Opinión

Y 20 años sí es mucho… o las dos décadas perdidas de Venezuela

Un balance sintético entre aquel abril de 2002 y el abril de 2022 se resume en esto: Dos décadas perdidas para Venezuela, para la mayoría de los venezolanos

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El viejo tango habla de que 20 no es nada. Pero en realidad sí lo es, y mucho. El vigésimo aniversario de los sucesos de abril de 2002 nos confronta con la dura realidad, en Venezuela hemos acumulado dos décadas perdidas. Estos 20 años sencillamente nos han dejado un país fracturado, empobrecido, destruido. Hay que decirlo sin ambages.

La verdad sobre abril de 2002 seguramente se podrá alcanzar cuando haya instituciones judiciales independientes en Venezuela. Tocará reconstruirlas en otro momento de la vida nacional.

Mi lectura de aquellos sucesos se resume de esta forma: tuvimos la más gigantesca movilización ciudadana en la historia nacional que presionaba por la renuncia de Hugo Chávez; la falta de dirección opositora envió mensajes contradictorios sobre el destino de aquella marcha; la violencia envolvió al centro de Caracas; el presidente Chávez efectivamente renunció presionado por los acontecimientos; el alto mando militar se empasteló en lugar de seguir lo que dictaba la constitución; un empresario con mucho ego se hizo del poder en medio de aquello y dio efectivamente un golpe de Estado al intentar disolver a los otros poderes; el pueblo presionó por el regreso de Chávez; militares con alto poder de fuego forzaron para que se restituyera la presidencia de Chávez.

Lo que vino después de aquel abril, para Venezuela, han sido dos décadas de desatinos, revanchas y autoritarismo. En aquel mismo 2002, en diciembre, gobierno y oposición centrados en la lucha por el poder apostaron a la destrucción de Petróleos de Venezuela (Pdvsa).

La gerencia crítica del chavismo, que cuestionaba la politización de la industria por parte del gobierno de Chávez, terminó politizando al máximo a Pdvsa al acogerse a la estrategia del “paro nacional”, que por la vía de los hechos fue un “paro petrolero”, fundamentalmente. La respuesta después fue despedir al capital humano capacitado, siguiendo un sistema de delaciones y juicios sumarios. En aquel 2002 se sellaba la destrucción de Pdvsa y se hipotecaba nuestro futuro.

La lógica de la polarización extrema, que era el ring de boxeo político de Chávez, terminó siendo asumido por la dirigencia opositora de entonces, tanto partidos políticos como organizaciones de la sociedad civil cooptadas por la dinámica política, en la lucha del poder. Así han seguido por largos años.

Un balance negativo

El balance dos décadas después es bastante negativo. Una y otra vez la estrategia opositora para el cambio democrático ha estado atrapada en la frase “Chávez vete ya” o “Maduro vete ya”, cuando la lógica del chavismo ha sido apropiarse de todo el poder, sin pensar en dejarlo.

De hecho, las pocas horas en las cuales el chavismo no estuvo en el poder en Venezuela, en las últimas dos décadas, fue víctima también de una cacería de brujas. La revancha como estrategia política ha estado entre nosotros. Todavía el chavismo le cobra al país, a quienes disienten de sus políticas, su revancha por el 2002. El resentimiento puede guiar una política de Estado y llevar a la destrucción de un país. Lo hemos presenciado y padecido.

Dos décadas después el chavismo sigue copando el poder en Venezuela. Eso sucede sobre una suerte de tierra arrasada. En estas dos décadas registramos por varios años la inflación más alta del mundo y también la peor contracción de la economía, similar a la que ocurre en países en guerra o afectados por desastres naturales de gran magnitud.

El poder ejercido por el chavismo, orientado a la conservación del poder por el poder mismo, destruyó la economía, acabó con la institucionalidad, expulsó a millones de venezolanos.

Un balance sintético entre aquel abril de 2002 y éste año 2022 es éste: Han sido dos décadas perdidas para Venezuela, para la mayoría de los venezolanos.

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