Opinión

¿Por qué cogemos?

Para esta pregunta hay una respuesta obvia y otra que no lo es tanto. Sí, lo hacemos porque coger es sabroso. Pero la biología enseña que hay algo más. Y eso es lo que explica aquí un biólogo: Carlos Peláez

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Antes de seguir leyendo, le advierto que este no es un texto sobre sexualidad, aunque toda la sexualidad deriva de lo que va a leer. Esto es sobre la reproducción sexual.

¿Nunca se ha preguntado a cuenta de qué la naturaleza nos obliga a tener a otro para procrear? Sería más fácil dejar una copia de uno mismo que te reemplace y ya. Es más, ¿por qué necesitamos reemplazo? ¿Por qué debemos morir?

La verdad es que la vida no existiría sin la muerte, y esta no es una afirmación mística de equilibrios universales ni de percepciones conscientes, es un hecho biológico que va más allá del quedarse sin espacio, tiene que ver con lo único que permite que haya vida en un Universo que constantemente cambia de estado y que nunca repite estado: la evolución.

Nuestro cuerpo físico, es decir la vida, funciona en unas condiciones bien particulares. No podemos pasar de ciertas temperaturas, necesitamos agua, comemos solo tal o cual cosa… La información necesaria para funcionar en esas condiciones, el programa, se encuentra en el ADN y en los materiales genéticos conexos.

Pero si se fijan un poco en las condiciones de la tierra cuando comenzó la vida, entenderán que nosotros no podríamos vivir ahí. Ni siquiera había oxígeno en el aire. El oxígeno apareció después de que algunas bacterias empezaron a fotosintetizar. O sea que la misma aparición de la vida cambia las condiciones. De la misma forma, la primera vida que apareció en el planeta no podría vivir en el planeta actual.

¿Cómo se actualiza el programa para funcionar en la siguiente etapa de condiciones?

La primera clave acá es que esas nuevas condiciones son impredecibles, no son decididas por alguien, ocurren como consecuencia de las relaciones entre TODOS los fenómenos.

La segunda clave es que nuestro programa está escrito en moléculas y no hay nadie que lo reescriba. Si no funciona, el organismo muere.

Entonces, para que algunos de los organismos puedan vivir hasta dejar una siguiente generación tienen que nacer con el programa correcto por pura casualidad. O mejor dicho, por un ejercicio de probabilidad.

Por eso los ecólogos insistimos tanto en la diversidad biológica. Para que la vida continúe tienen que existir seres muy diversos, se tienen que producir la mayor variedad de organismos diferentes así sea en lo más mínimo, porque sencillamente no sabemos cuál será la clave para vivir en la siguiente etapa.

Por eso hay que morir, porque es demasiado improbable que tu programa funcione en el futuro si no se le hacen cambios. Y la manera de hacerle cambios significativos a un programa escrito en ADN es empezar uno nuevo. Al menos por ahora.

Alentando las diferencias

Pero bueno, usted llegó hasta aquí para saber por qué coge, no por qué muere. La respuesta es muy simple cuando ya entendió por qué muere: es para dejar hijos diversos.

Si esperamos que por pura mutación aleatoria se generen suficientes genotipos tan complejos como un animal o planta que sean funcionales, estamos fritos. Las mutaciones generalmente lo que dan es cáncer.

Pero a la ventiúnica mutación que sí sirve, hay que exprimirla. Hay que recombinarla con otros organismos para sacar varios terceros que sean esencialmente diferentes entre sí y a todo lo que había antes. Así, una población (y la vida en general) estará preparada para enfrentar la mayor cantidad de condiciones posibles, porque no hay manera de saber si lo que viene es un clima tropical agradable o un meteorito gigante del espacio. Por eso existe la reproducción sexual, para asegurarnos de que haya mucha heterogeneidad, muchas diferencias.

La diversidad es vida en el sentido más estrictamente científico. Ámela.

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