Venezuela

Susana Raffalli: “El consumo de proteínas disminuyó casi 80% en Venezuela"

La nutricionista e investigadora de Cáritas dice que hay que reactivar el aparato productivo nacional y fomentar una importación masiva de alimentos, pero con criterio nutricional. Casi 25% de los niños menores de 6 meses evaluados por la organización tienen desnutrición aguda

Daniel Hernández / Archivo
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Entre 2014 y 2021 el PIB de Venezuela se contrajo aproximadamente 80%. La caída de los precios del petróleo fue brusca. El derrumbe de la economía peor. La hiperinflación hizo lo suyo. Y esto se tradujo en que, según la encuesta Encovi 2021, hoy 95% de los venezolanos vive en la pobreza y 96,6% en la pobreza extrema.

Hasta ahora es cuando apenas comienzan a darse algunos signos de aparente mejoría. Ecoanalítica vaticina 6% de crecimiento de la economía para 2022, y un crecimiento del PIB petrolero de hasta 8%. Alejandro Grisanti ha dicho a medios locales que los ingresos petroleros al menos se duplicarán con respecto a 2021. Pero ya hay instalada –desde hace años- una crisis humanitaria compleja, de la cual no se sale de la noche a la mañana. Y menos de sus consecuencias.

Susana Raffalli es nutricionista especializada en gestión de la seguridad alimentaria e investigadora de Cáritas de Venezuela. Ha sido reconocida por la BBC como una de las 100 mujeres más importantes del orbe. Conversamos con ella para tratar el tema de la alimentación.

-Usted dijo a Radio Fe y Alegría que “entre 12 y 13 niños de cada 100 en una parroquia tienen desnutrición aguda grave. Esto satura los posibles servicios de atención y conducen a estos niños a sufrir enfermedades mucho más graves e incluso a morir”. ¿Cuál sería la solución?

-Durante 2021 la proporción de niños evaluados por Cáritas en las parroquias más pobres del país era esa: entre 10% y 12%. De cada 100 niños evaluados entre 10 y 12 tenían desnutrición aguda, moderada o severa. Y entre 25% y 28% tenía riesgo de desnutrición. Sumando ambas variedades, esa proporción pasa de 30%.

El umbral internacional por encima del cual se considera que la cantidad de niños con desnutrición aguda es una crisis de salud pública es 10%. Y 15% para establecer que es una emergencia de salud pública. ¿Por qué? Porque se da en contextos donde la capacidad para responder al problema no es buena. O sea, en un contexto donde los servicios de salud están accesibles, bien dotados, que la desnutrición suba sobre 10% es inaceptable pero manejable y no se te debería morir ningún niño.

En Venezuela a esos niveles -y en las parroquias más pobres del país- hay una crisis de salud pública. ¿Cuáles serían las consecuencias de la desnutrición aguda? Un niño de estos se puede morir incluso si se le alimenta, pero mal. Nosotros estamos atendiendo a niños sin complicaciones clínicas, porque si las tienen deben ir a hospitales. No hay cifras de mortalidad. El niño muere de insuficiencia respiratoria o cardiaca y eso es lo que se registra en el informe.

En el mediano y largo plazo, el niño que se recupera tiene secuelas en su desarrollo cognitivo, y en su escolaridad, en la capacidad de emplearse. Si es niña tendrá problemas para concebir, y tiene alta probabilidad de tener hijos con problemas de desnutrición. También tiene consecuencias metabólicas en la adultez. Son múltiples las consecuencias. Un adulto que en su niñez fue desnutrido le va a significar una carga al Estado de unos 260 dólares más de lo que usualmente cuesta un adulto.

La solución es la detección temprana, programas sociales que mitiguen la inseguridad alimentaria, y tener puestos de salud bien dotados. No tenemos ninguna de las tres cosas. Como causa estructural, es necesario restaurar las bases de la nutrición: en primer término, solventar el problema de inseguridad alimentaria familiar; segundo, tener salubridad en los hogares; y tercero, el cuidado, que está muy socavado por la migración que ha dejado a muchos niños atrás.

-Palabras suyas: “un niño pudiera estar pesando ocho kilos independientemente de lo que mida y si deja de comer por uno o dos días, puede perder 200, 300 gramos, medio kilo en un día, entonces la desnutrición aguda sí se modifica rápidamente y es el indicador que se usa durante las emergencias porque es sensible a detectar cambios rápidos”. ¿Cómo estamos en Venezuela en cuanto a niños con desnutrición aguda?

-Los estados con más desnutrición son Apure, Zulia (especialmente Perijá, Machiques), Yaracuy y ciudades como Acarigua, Los Teques y Yare. También algunas regiones de Sucre y Falcón. En situación media, Bolívar y Carabobo. Y en niveles más manejables, ciudades como Mérida, La Guaira y Caracas.

Por sexo, los varones tienen más desnutrición aguda. El niño varón se preconcibe que aguanta más hambre y le dan menos comida. Las niñas comen y se llenan, pero no se nutren de modo efectivo; las niñas tienen un poco más de retardo del crecimiento. En la distribución por edad, 23% o 25% de los niños menores de 6 meses tienen desnutrición aguda.

La desnutrición crónica, que no se manifiesta en delgadez: 38% de los niños que llegan a Cáritas ya llegan con retardo del crecimiento. Y este tipo de desnutrición no se cura. La registramos en niños incluso de 1 mes de vida. Eso es a diciembre de 2021.

-Usted sacudió Twitter hace unos 3 años al tuitear que nos habían convertido en un país “de basura y caviar”. Basaba sus afirmaciones en una información divulgada según la cual se estaba importando una millonada en caviar, mientras se había reducido 95% el presupuesto para importar medicinas. ¿Cómo estamos hoy con el fenómeno del friganismo, o sea, la gente que come de la basura?

-No hay registros sistemáticos para saber cuánta gente come de la basura, dónde están, quiénes son. Así que lo que pueda contestar son puras percepciones. Más de la experiencia de calle. Pasamos en 2016 de ver personas adultas hurgando en la basura, a ver en la pandemia a familias enteras haciéndolo. No solo para buscar comida, sino otras cosas. Y en esta etapa estoy viendo muchos ancianos buscando restos de comida u objetos que pudieran serles de utilidad. Se ha ido normalizando poco a poco, que es lo que da más pesar.

Y esto en un momento en que lo suntuoso comenzó a sernos más familiar, al ver la proliferación de tiendas de exquisiteces y restaurantes muy lujosos en todas las ciudades del país.

-También se ha referido a un grupo poblacional de niños de entre 0 y 2 años que están muriendo por desnutrición, o quedando ya con taras severas, que no les permitirán –por ejemplo-terminar un pregrado. También ha dicho que ni siquiera pueden ser presentados en una notaría, sino que son enterrados por los familiares…

-Yo no lo llamaría tara, la palabra es muy fuerte, vamos a tratar de cambiarla. Fíjate que estas evidencias científicas sobre el efecto de la desnutrición en niños menores de dos años son más bien recientes. Pero son contundentes.

En Guatemala se hizo el estudio longitudinal. Esto quiere decir que analizaron a las mismas personas siempre. Eso lo hicieron hace 40 años. A unas mujeres embarazadas les dieron una bebida nutricional y a otras, limonada. Había algunos juicios éticos, porque se sabía que a las que recibieron alimentos les iba a ir mejor.

Siguieron a los niños que nacieron de estas mujeres durante 40 años. A algunos incluso los han analizado por autopsia, para ver las consecuencias. Incluso llegaron a apoyar a esos niños por dos años. Los siguieron en términos de sus patrones de enfermedad, sus condiciones de salud, hasta qué grado de colegio hicieron, en qué se emplearon, cuánto ganaban, de qué se enfermaron de viejos y de qué se murieron.

A partir de ahí está establecido perfectamente que los primeros dos años de vida son la oportunidad que tenemos para que un niño se termine de consolidar como ser humano. Todo sucede en la gestación. Y sobre todo las terminaciones nerviosas, y el tamaño del cerebro, se terminan de consolidar después que el niño nace.

El sustrato para eso es la nutrición, que no tiene que ver con comer mucho. Estos niños que durante sus primeros dos años de vida lloran por alimentación y nadie resuelve, pasan a sus tres años, y luego a su edad escolar con un rezago. No se les nota. Pero no les va a ir igual que a sus pares bien nutridos. Puede ser que no terminan el colegio, se enferman más, tienen mayor tasa de mortalidad.

Y más allá de que se recuperen, no llegan a tener un buen desempeño. En su adultez, sufrirán de obesidad, enfermedades cardiovasculares, diabetes, etcétera. Y de una serie de enfermedades metabólicas porque su tarjeta madre metabólica quedó mal programada. Y si es mujer, cuando conciba tendrá 60% más de posibilidades de tener un niño desnutrido y de morir en el parto.

En lo afectivo no ahondo mucho, porque no es mi ámbito, pero tienen inseguridades, adicciones, entre otras cosas. Se han hecho patrones econométricos y estos niños terminan siendo un boquete en el desarrollo de un país.

Nosotros en Cáritas hicimos un análisis rigurosísimo con un estadístico, echando mano de nuestras bases de datos de los últimos 4 años, para ver dos generaciones. Los niños superan ese umbral de los 2 años, y después de los 5 años de edad le van a faltar entre 4 y 6 centímetros, y si es niña entre 6 y 8 centímetros. Hay una cantidad de neuronas que no se desarrollaron, una cantidad de funciones metabólicas que no se desarrollaron.

Por cada punto porcentual de prevalencia de retardo del crecimiento en una nación, 20 años después significa una disminución de entre 11% y 17% del PIB. Acá ya cayó 80% en los últimos años. ¿Qué les va a importar?

Estos niños nacen ya hipotecados, y a veces mueren en su primer mes de vida. Esto nos pasó cuando había más problema de transporte y con la covid-19. Muchos mueren en su casa y no pudieron ser presentados porque estaban cerradas las oficinas públicas. Calculamos en ese estudio que refiero que hicimos con un estadístico y nuestras bases de datos, que sobre 80% de los niños que llegan a los servicios de protección nutricional no tienen desnutrición aguda, no han pasado hambre, están comiendo lo de las cajas CLAP. No han pasado hambre, pero están mal nutridos. Están comiendo plátano, pan, y con el problema del gas se ha hecho todo más grave. Son los hijos del mal comer.

-Los venezolanos no estamos consumiendo proteínas suficientes, no se come carne ni pescado, y los vegetales han sido sacados de la dieta del criollo para sustituirlo por granos, yuca, harinas, etcétera. ¿Qué tipo de venezolano estamos gestando?

-El propio gobierno lo ha reconocido y ha hecho sus programas de Combo Proteico. Pero verdaderamente eso se puede investigar en el Instituto Venezolano de la Carne. Ha habido una disminución brutal del consumo de proteínas, casi de 80%.

Hay niños que llegan a los 2 años y no han probado un pedacito de pollo, o carne. Entonces, el consumo de proteínas de alto valor biológico, que son las carnes animales, ha bajado mucho. La que más nos preocupa es la carne roja, porque no solo es fuente de proteínas, sino de hierro, y eso explica los altísimos niveles de anemia que se están registrando.

Durante 2017 escaseó la Harina PAN, que es la que está fortificada con hierro. La Harina PAN es en sí misma un programa de salud pública para tener alimentos fortificados con hierro. No sé cómo está la de los CLAP. Esta es una de las causas de anemia, ante una población que come tan poca carne.

Casi todas las organizaciones estamos llevando un indicador llamado Puntaje de la Diversidad de la Dieta. No pregunta las cantidades, sino lo que has comido. Cuando es menor de 30% durante uno o dos trimestres, ya se puede registrar que un alimento salió del patrón de alimentación. Antes de la pandemia 28% nos decía que no estaba comiendo carne. Siempre había una fruta por ahí. Han mejorado un poco los lácteos. Pero no superan el 35% las familias que están contestando que comen proteínas de origen animal.

-Si usted tuviera el poder en sus manos de hacer algo por mejorar la alimentación del venezolano, ¿cuáles serían las principales medidas que adoptaría ya?

-He estado leyendo sobre el tiempo y el dinero que tomaría reactivar el aparato productivo nacional. Gran parte de lo que ha pasado en seguridad alimentaria tiene que ver con medidas regresivas al sistema alimentario, en términos de haber machacado a los actores del sistema alimentario que mantenían a este país abastecido, para el propio Estado convertirse en un actor más.

El Estado en lugar de ser un regulador y un garante del sistema alimentario se convirtió en un vendedor de alimentos, y ese ha sido uno de los grandes problemas. Primero porque es carísimo, y segundo porque no tienen las competencias para eso. Y el Estado pierde la investidura para regular a los demás actores.

Entonces, lo que creo es que hay que levantar todas las medidas restrictivas para el sistema alimentario venezolano, creo que tiene que volver a incluir a actores de todo tipo y a un Estado que regule y facilite las cosas.

Creo que lo segundo que hay que hacer es que mientras eso se cumple, que puede tomar uno o dos años, facilitar una importación masiva de alimentos pero pensados con un criterio nutricional. No la importación de alimentos que llenan, como arroz y pasta, sino proteínas, lácteos, estabilizar la oferta.

seguridad alimentaria

La FAO estima que si se repartiera la despensa nacional de Venezuela, entre lo que produce y lo que importa, quedarían por fuera –sin poder comer- 21% de la población. Hay que llenar esa brecha. En 2010 cubrimos 110% de seguridad alimentaria, y en 2012 la FAO nos dio un premio, pero eso ya venía en descenso.

En simultáneo hay que sanear al sistema de seguridad social del país, no puede seguir siendo a través de misiones o cuando Maduro ofrece una sorpresita, un pequeño bono. Las cajas CLAP tienen que desaparecer.

Ojalá se reactivaran los Pedevalitos y la gente pudiera comprar la comida que quiere allí. Y en simultáneo en términos del valor monetario, no puede ser que un bono sea de 4 dólares. A la par hay que reactivar los puestos de salud de control de niños sanos, donde reciben inmunizaciones, lactancia materna, etcétera. Los CLAP debieron ser los controles de niños sanos.

Una reactivación, a la par de medidas paliativas. No puede ser que los presos mueran de hambre. Que un anciano reciba una jubilación que no alcanza ni para un cartón de huevos. Todo esto tiene que cambiar con una mejor planificación del presupuesto de la nación.

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