Destacados

Mensajeros venezolanos de Glovo en Madrid entregaban drogas sin saberlo

El uso de aplicaciones como Glovo para traficar drogas está afectando especialmente a inmigrantes cuya única fuente de ingreso es el delivery: los usan como mulas sin su conocimiento. Ahora toman sus propias medidas por seguridad

Glovo
Patrizia Aymerich
Publicidad

“Por favor abra el paquete”, me dice el repartidor de Glovo que acaba de llegar para llevar el regalo que quiero enviar a un familiar que vive al otro lado de Madrid. Le pregunto que cuál es el motivo, porque tengo entendido que no está permitido que revisen los envíos de los usuarios. “Tenemos que cerciorarnos de que no envíe droga con nosotros”, responde.

Con acento colombiano y hablar respetuoso, me indica que de no abrir el paquete no lo podrá llevar. Así que lo abro.

Son las nuevas medidas que han tomado los propios repartidores. El hombre, que se identifica como César, enciende la linterna de su teléfono móvil y, a duras penas, con casco, mascarilla y guantes de por medio, revisa la bolsa que contiene chocolates y un desayuno. Huele a antibacterial y látex.

Glovo es una empresa de delivery presente en muchas ciudades del mundo y especialmente activa en Madrid. Parte de su promesa de servicio es esta: “Simplemente pide lo que quieras y te lo enviamos a donde quieras. Desde comida hasta alimentos, productos de farmacia, regalos o snacks, Glovo entrega cualquier cosa en tu ciudad… Tú pides, nosotros lo entregamos”.

No solo ofrecen comprar lo que el cliente pide –a través de una App- sino que sus motorizados y ciclistas llevan paquetes bajo modalidad express, aunque con limitaciones de peso y volumen.
También es una fuente de trabajo para muchos jóvenes inmigrantes porque solo se necesita una bicicleta –o una moto- y un teléfono inteligente para solicitar un empleo allí.

Los repartidores, también llamados glovers –por el nombre de la empresa–, no tienen permiso para abrir los paquetes y deben mantener distancia al recoger los pedidos. Sin embargo, desde que comenzó el estado de alarma en España, son cada vez más los casos de personas que los utilizan como mulas para transportar sustancias ilícitas, por lo que se han visto obligados a tomar medidas por su cuenta para garantizar su propia seguridad.

Nano es uno de ellos. El venezolano de 26 años espera sentado en la calle Alcalá, una de las más transitadas de Madrid, por la zona de ventas. En la App de Glover, que conecta la plataforma de Glovo con el repartidor, salta una notificación y luego otras. “Desde que comenzó el confinamiento, los pedidos se han multiplicado, no hemos parado de trabajar”, dice a El Estímulo el chico, que se arma con su mochila de 40×40 centímetros, 12 o 15 horas, los siete días de la semana.

“La semana pasada acepté un pedido que decía que la persona quería transportar un libro. Acepto. Subo al piso indicado y aparece una persona mayor, como de 57 años. Me entrega el libro. Pero se comporta de una manera un poco sospechosa. Le pregunté hacia dónde se dirigía exactamente el pedido pero no me dijo”, explica Nano.

A la salida del edificio el rider toca por encima el paquete y nota un bulto: “Palpo el libro y siento algo extraño, con una superficie no acorde a un libro. De modo que abro el objeto que estaba envuelto en envoplast y una bolsa. Lo abro, le quito el empaque, y me salió la sorpresa de que era una cantidad de más o menos 3 o 4 gramos hachís. Tengo poco tiempo en Madrid y la cuenta no está a mi nombre, así que me devolví”.

Nano explica que solo tenía dos opciones: devolver el paquete y notificar a Glovo o lo que llaman “en soporte” o ir y arriesgarse a que la policía lo detuviera. “Pero soporte tiene muchísimo retraso. Así que me devolví y grabé todo con mi teléfono. Procedí a devolvérselo, me pidió disculpas y me preguntó que por qué lo abrí. No voy a poner mi vida en riesgo y mi seguridad”.

Glovo, la favorita de los dealers

Meche, una rider venezolana, afirma que casi todos los dealers operan de la misma forma: “No ponen la dirección completa o no indican el piso en el que debemos recoger el paquete, de modo que cuando llegamos al lugar nos reciben de la nada, en la calle”.

La chica, que trabaja por primera vez como delivery, indica que Glovo es la única App utilizada por los traficantes porque tiene la opción de “envíos express” o “enviar lo que sea”.

“Si me toca uno de estos envíos y no es recoger comida en un restaurante, no lo acepto, porque sé que puede ser sospechoso para los policías, que ahora siempre nos revisan estos paquetes”.

Glovo

A Meche ya le pasó una vez: “Me pidieron llevar comida y medicinas, pero cuando llegué la persona me dio un sobre manila pequeño. Allí no cabe eso. Entonces, fui a un control policial y les comuniqué lo que sucedía. La policía, en ese momento, me dio su contacto y se quedaron en el sitio, pero nada más. Al llegar, efectivamente el tipo me apareció de la nada, en la calle”.

La policía no tiene registro de los casos totales durante la cuarentena, aunque las drogas más encontradas han sido marihuana, metanfetaminas, hachís, ácido gamma-hidroxibutírico o GHB, que los dealers esconden en frascos o cajas de medicamentos, libros, canelonis o tartas.

Sin protección

Muchos de los repartidores se quejan de la falta de comunicación de la empresa en relación al problema. Glovo solo ha explicado que en estos casos proceden a cancelar las cuentas de los usuarios. El hecho es que, así como Nano, la mayoría no recibe respuesta ni apoyo del servicio de soporte, que los penaliza si cancelan los pedidos.

“Conmigo solo se disculparon y me dijeron que iban a comunicarse con el cliente”, cuenta Nano: “Para dejar el registro y cuidarme las espaldas envié las pruebas por correo electrónico a soporte para que no me cierren la cuenta o me cobren el envío”. Hasta el día de hoy, no ha recibido respuesta.

Llamar a la policía tampoco es una opción porque muchos de ellos no tienen permiso de trabajo, ni cuenta propia.

“Nos sentimos solos. La ineficiencia de Glovo no te da respuesta concreta en ningún momento y puede pasar un lapso de horas hasta que te respondan. Te estás jugando el trabajo, el tiempo y problemas con la ley”, se queja Nano.

De hecho, cuando la policía ha llevado a cabo controles que implican la revisión de los trabajadores, Glovo se lava las manos.

En el caso de Roberto, un venezolano detenido por trasladar involuntariamente “dos o tres piedras de hachís” que habían guardado en un pantalón, la empresa se negó a dar los datos del dueño de la bolsa amparándose en la ley de protección de datos, tal y como reportan medios locales.

Meche hace una advertencia: “Lo que queremos es que no se confunda la imagen de los glovers, porque la mayoría somos venezolanos o colombianos y aquí estamos para trabajar. Pasamos 12 horas montados en una moto o bicicleta para seguir adelante”.

Publicidad
Publicidad