Cultura

Jessica Bruder: "Nomadland es sobre lo que ocurre en los lugares que nadie mira"

El 15 de abril se estrena en Venezuela esta película protagonizada por Frances McDormand que desde ya luce como una fuerte candidata al Oscar y suma 6 nominaciones. "Nomadland" está basada en el libro del mismo nombre escrito por Jessica Bruder, con quien compartimos durante un breve encuentro con la prensa

Nomadland
Searchlight Pictures
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A simple vista, Jessica Bruder es una mujer pequeña y discreta. El cabello rizado, el rostro pálido y la mirada atenta. Una observadora tenaz. Pero el verdadero prodigio ocurre en cuanto comienza a responder las preguntas sobre su obra más conocida, Nomadland: Surviving America in the Twenty-First Century. Entonces la periodista se llena de una energía que deslumbra, mientras explica con precisión y seguridad el largo recorrido interior que le llevó a escribir un libro que, de súbito, es casi simbólico. Convertido en una exitosa adaptación cinematográfica, la historia de los nómadas estadounidenses trajo a la palestra de la atención pública el poderoso testimonio de un fenómeno contundente: un grupo desconocido, al borde de la exclusión y que representa a un país invisible que pocas veces se analiza en medios masivos.

Para Bruder, el reconocimiento que ha recibido la adaptación al cine de Nomadland: Surviving America in the Twenty-First Century dirigida por Chloe Zhao, es algo que “jamás esperé, ni imaginé que pudiera ocurrir”.

«Nomadland», el film, que se estrena en Venezuela este 15 de abril gracias a Disney y su filial para el país Cinecolor Films, cuenta en esencia la misma historia del libro. A pesar de que el libro es una crónica casi periodística y la película una obra de ficción, ambos argumentos narran un tipo de dolor y exclusión marginal de singular poder. Para la periodista, se trata de mostrar a Estados Unidos como un país más allá del brillo y la noción de la prosperidad. Algo que la versión cinematográfica a cargo de Zhao explora con elegancia, un aire íntimo y profunda sensibilidad.

Bruder, conocida por sus ensayos sobre subculturas y sus clases de escritura narrativa en la Universidad de Columbia, reflexiona en su libro acerca de la pobreza y la vida pasajera desde una mirada inquieta. No se trata de una colección de anécdotas, es, en realidad, la descripción de una forma de supervivencia en la periferia.

Como ella misma lo reconoció en una reciente conversación con medios -en la que participó El Estímulo-, Nomadland es una experiencia que se basa en el recorrido, las carreteras como nuevos espacios de vida y en especial, la conexión con un tipo de discurso que se relaciona con la incertidumbre: “Hay una mirada sobre Estados Unidos por completo nueva. Una que, además, incluye a toda una nueva subcultura que utiliza el viaje como un reconocimiento de su existencia”, explicó durante la conversación: “También es una forma de reflexionar sobre la naturaleza humana y seguir el tránsito de una nueva forma de asumir lo colectivo”.

Nomadland
Jessica Bruder prácticamente se convirtió en una nómada más para hacer su investigación

La historia contada por Bruder parece tan actual ahora como en el momento de su publicación. Y la película, un homenaje poderoso a todos los sobrevivientes, sea cual sea la situación excepcional que enfrenten. En especial, en una época en que la sociedad se encuentra ante una poderosa presión externa.

“Cuando eres excluido de la sociedad de masas la vida sigue sucediendo”, dijo Bruder, al explicar la forma en que la historia de Nomadland puede compararse con la cuarenta y la circunstancia inédita de la pandemia: “El desarraigo crea sus propias reglas, recorridos interiores y físicos”, ponderó. Para ella no es en absoluto casual que tantos lectores se sientan identificados con lo que narra en su meticuloso recurrido por la Norteamérica excluida: “No es casual que la historia de los desposeídos, desarraigados y marginados sea tan pertinente en un momento en que todos lo estamos de una manera u otra”.

A la pregunta de si el potente análisis sobre la exclusión y la pobreza plasmada en el libro le permitía reflexionar acerca de otras circunstancias parecidas alrededor del mundo, admitió que no se atrevía a hacerlo. La respuesta deja en claro que la ambición de Bruder es en realidad un recorrido sobre la condición trashumante de EEUU, en medio de las grandes contradicciones que golpean al país durante más de una década.

Y Nomadland no sólo lo hace con inteligencia, sino también, con una profunda convicción de sostener una conmovedora sinceridad de una situación sorprendente.

“Es un libro sobre lo que ocurre en los lugares que nadie mira”, dijo.

El juego del mapa roto

Para escribir el libro que se convertiría en la película símbolo del año 2020 y que, además, ganó el premio Discover de Barnes & Noble, Bruder pasó meses recorriendo de un lado a otro EEUU. Una experiencia que después extendió a México y Canadá y al final plasmó en un recorrido no geográfico, sino emocional por un país desconocido.

El relato, escrito desde varias voces, descubre de una forma sentida lo que impulsa a una considerable cantidad de estadounidenses a recorrer carreteras en busca de trabajo y sustento, en una economía cada vez más demandante y “precaria”.

Por supuesto, la pobreza y la exclusión en un país del primer mundo es un punto que pocas veces se toca. Y la forma en que Bruder lo hace implica un reconocimiento franco sobre las grietas en el sistema económico y social estadounidense.

Pero el libro no intenta moralizar, ni tampoco ser un sermón ideológico. Es un viaje hacia un tipo de libertad impensable en cierto ámbito y momento histórico, que Bruder relata con una prosa limpia y precisa. El libro —que muestra una pléyade de expatriados dentro de su propia frontera—  racionaliza la idea sobre la vida cotidiana, sus exigencias y subterfugios de una forma novedosa. Y ese es el mayor triunfo de una colección de experiencias que juntas, narran un sustrato sobre lo cultural, legal e incluso, la percepción sobre el gentilicio que sorprende por su aspecto desconocido.

La historia de Nomadland recorre desde los campos de remolacha de Dakota del Norte, hasta la periferia californiana en una travesía en apariencia interminable en busca del trabajo. Porque la historia que Bruder cuenta se sustenta, en esencia, en las grietas del sistema económico y social estadounidense.

Con un buen tino y mejor pulso, la periodista evita cualquier opinión personal y se dedica a mostrar este amplio mapa roto, atravesado de un lado a otro por hombres y mujeres de mediana edad al borde de una pobreza angustiosa. De pronto, todas las necesidades de este grupo de nómadas se hacen específicas y apuntan en una única dirección: la búsqueda de sustento. El trabajo, que simboliza esa esencia de la norteamérica optimista, se convierte en el libro de Bruder en una quimera peligrosa. En especial, porque este viaje que no empieza ni acaba en ninguna parte, es un viejo ciclo que la sociedad norteamericana ha reproducido en varias ocasiones.

Ya Dorothea Lange había analizado las grandes migraciones ocurridas en los años veinte en EEUU a través de la fotografía. La fotógrafa trabajó para la Farm Security Administration por años y logró registrar los grandes traslados de estadounidenses en busca de trabajo. Su imagen más icónica es la de “Madre migrante”, que reflejó la angustia y la percepción de derrota de un país en medio de una crisis silenciosa.

Nomadland

Bruder repasa los mismos temas, pero a la distancia de décadas el nomadismo parece concentrarse en la concepción de un tipo de marginalidad desconocida. La mayoría de los personajes en el libro de Bruder se encuentran al margen de cualquier auxilio financiero. El seguro social no puede ayudarles y las deudas, hipotecas y otros compromisos impagables, terminan por empujarles a las carreteras.

A diferencia de los migrantes captados por Lange en sus dolorosas imágenes, los “workampers” de Bruder son un grupo que está en búsqueda no sólo de prosperidad, sino que tienen una identidad propia. No se consideran víctimas ni parte de una situación crítica. O no al menos, no se definen bajo esa dimensión. Los nuevos nómadas están en movimiento, en la búsqueda de sentido de permanencia en medio de una experiencia inédita. De hecho, muestran una instantánea inmediata sobre lo que ocurre en EEUU y que suele pasar desapercibido. Algo que, de una u otra forma, es muy claro para gran parte de estos viajeros perpetuos.

Sus vivencias son relatadas con la urgencia del testimonio, pero también, con la convicción de que pertenecen a la historia. Bruder, a bordo de su camioneta de segunda mano, no es sólo una observadora, también es parte del movimiento que la lleva a un viaje profundo por los lugares inhóspitos y desconocidos de la historia de su país.

Nomadland, al cine como un relato atípico

En una de las frases emblema del libro Nomadland, Bruder describe a los nómadas estadounidenses como un grupo que se mueve “como glóbulos por las venas del país”.

Y esa es la mejor imagen para describir a la obra cinematográfica de Chloe Zhao, que capta por completo la esencia del relato coral de Bruder para construir una historia lírica, introspectiva y por momentos dolorosa. Hay una vitalidad asombrosa, como si la condición nómada fuera una fuerza imparable, en lugar de una anomalía, lo cual brinda al argumento cinematográfico una singular solidez.

Para Zhao, que escribe y dirige la película, la percepción sobre el desarraigo y la marginación no es en esencia un hecho pernicioso, sino más bien un síntoma que se sustenta sobre la previsión de la búsqueda de una nueva identidad.

La directora engloba la experiencia comunitaria del viaje y también lo equipara en una línea invisible con el trayecto interior de su personaje central. La Fern de la actriz Frances McDormand es una metáfora de ese movimiento perpetuo de la sociedad y la cultura que la historia en papel y en pantalla, celebra.

Además, el recorrido es también un autodescubrimiento lento hacia una región nueva de la identidad contemporánea. Sin los habituales elementos del estatus de éxito que suelen ser imprescindibles en la actualidad ¿quiénes somos? “Nomadland” plantea la pregunta en varios momentos y en situaciones distintas, pero en realidad la búsqueda de su personaje central abarca un diálogo mucho más sensitivo sobre la naturaleza de la realización íntima.

Con su cabello corto, sandalias y la convicción de que el mundo empieza a carecer de fronteras, Fern se hace preguntas sustanciales sobre la existencia, pero no en forma filosófica sino como una estrategia sensorial más dura sobre la individualidad.

Esta mujer sin un lugar a dónde ir y que, de hecho, no desea llegar a ninguno, pronto descubre que la independencia, la pérdida de los prejuicios y el asombro por la ingenuidad de la vida en la caravana, sobrepasa todas sus expectativas.

La película hace hincapié en las mismas ideas que sostienen al libro y que, en general, observan la condición del trashumante como la de un espectro en su propia historia. Fern avanza hacia adelante y lo incierto para reconocer que es la primera vez que su identidad no está en entredicho. Que se sostiene sobre sus pies, sobre una aventura que comenzó incluso, mucho antes de comprenderla a cabalidad. Como Bruder, Fern parece haber descubierto el secreto de la vida sin ataduras: la de la mirada que refleja el asombro de un espacio sin nombre, pasado o consecuencias. Un tipo de paz trascendente difícil de explicar a cabalidad.

La película, que ha sido denominada “milagrosa” por su capacidad para sintetizar todo tipo de temas y pulsiones actuales en un discurso autoral, también es un testimonio sobre la soledad moderna. “Nomadland” recorre los mismos espacios que el libro de Bruder y lo hace desde su crudeza, el dolor compartido y al final, la revelación sencilla y prodigiosa de la naturaleza humana desde cierta ingenuidad.

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