Venezuela

Historias de cárcel: pandemonio tras las rejas

La cárcel nunca los dejó en paz. A pesar de que ya no se encuentran tras las rejas, los recuerdos -o mejor dicho las pesadillas en vela- que persiguen a estos tres personajes aún son parte de sus vidas.

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El editor de Revista Clímax, Manuel Gerardo Sánchez, recogió tres historias de cárcel. Su objetivo fue entender qué sucede donde nadie quiere ir. Los puntos en común que revelan los tres testimonios son un corrosivo resentimiento hacia el sistema penitenciario y hacia el Estado por no ofrecerles opciones a los ex reclusos para reintegrarse en la sociedad de forma exitosa. «Siempre van a llevar ocnsigo la impronta perpetua del presidio», se lamenta Sánchez. Ninguno se siente libre.

La cárcel para todos fue un episodio dantesco que prefieren no vivir más nunca. Los relatos de prisión que brinda Sánchez en Historias de cárcel: pandemonio tras las rejas muestran cómo se vive en ella, qué tipo de jerarquía funciona allí, qué códigos son necesarios para sobrevivir.

«Cachete», un ex presidiario de El Tocuyito traduce la jerga penitenciaria:

Adentro entendí los movimientos. Para todo hay códigos. ‘Comerse la luz’, es cometer un error o desliz con alguien. ‘Pagar la causa’ refiere a entregar la tarifa a los jefes para comprar armamento, trasladar camaradas o cualquier otro trance, en mi época eran 18 bolos. Esto es un súper negocio.

Enderson fue víctima de violaciones en Yare I:

Me violaron uno a uno. No podía defenderme. Me tenían sujeto y con una pistola en la frente. Hubiera preferido mil veces que me dispararan.

Argenis tiene uno de los relatos más completos. Vivió la cárcel antes y después de la llegada de los «pranes», se convirtió a evangélico y fundó una ONG de reinserción social. Cuenta cómo comenzó todo:

No sabía lo que hacía. Estaba poseído por el espíritu del mal. Comencé a trabajar cuando cumplí los 14. A los meses, decidí renunciar y con la liquidación —era de tres millones de bolívares— compré un revólver y 40 gramos de bazuco. Así empezaron mis fechorías. Poco tiempo después, atraqué a una señora y para celebrar iba a la playa con unos amigos. Cuando estaba esperando, afuera de la casa de uno de ellos, me tropecé con un chamo con el que tenía una culebra.

Estos fueron apenas unos filones de los relatos de prisión que guardó Sánchez. Todo lo demás se encuentra aquí.

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