Cultura

Héctor Torres: “Pude haber puesto a volar a Gallegos y no pasa nada”

La nueva novela del escritor tiene como protagonista a un personaje estelar de la historia de Venezuela: Rómulo Gallegos, afamado literato y primer presidente electo por el voto democrático. Pero no son precisamente estos aspectos los que le hacen destacar en la trama de Torres, sino sus rasgos personales y su defensa de los derechos humanos, olvidados por la gente y los académicos

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Para (re)construir al protagonista de su primera novela gráfica, Héctor Torres no miró al Rómulo Gallegos biografiado por los historiadores. No quería escribir sobre esa figura presa de las peripecias políticas y de la literatura que le dio popularidad. Su afán era conocer al hombre escondido detrás de la tragedia del 24 de noviembre de 1948 y de la notoriedad de Doña Bárbara.

Fue ese interés el que lo llevó a leer las entrevistas periodísticas que le dieron cuenta de la condición humana del personaje. Aspiraba a liberarlo del bronce de las estatuas y de la polilla de los documentos. Quería acercarlo a las nuevas generaciones, pues si bien Gallegos aparece en muchas de las portadas de los libros de bachillerato, su figura ha sido olvidada en un país cuya memoria transita detrás de dictadores y caballos de próceres militares.

Y ese también era el objetivo de las instituciones que le hicieron el encargo al autor de libros como Caracas muerde y también editor del sitio web La vida de nos. Provea y la Friedrich Ebert Stiftung querían dar a conocer al personaje desde un punto de vista escasamente abordado por la historiografía: el de su rol como primer presidente de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en medio de un contexto hostil y polarizado en la región, el de los años 60, cuando regímenes de izquierda y derecha azotaban al país.

El resultado lleva como título Gallegos. Hombre de una sola calle, una narración gráfica que recoge la historia íntima de un personaje más allá de los discursos históricos y literarios convencionales. Una historia, con hache minúscula –como asegura el mismo Torres–, focalizada en su ejercicio como defensor de la vida y contada desde su propias luces y sombras por un narrador libre de las ataduras de la Historia y sus criterios metodológicos.

gallegos

—Usted no es historiador, pero sí es narrador. Es decir, tiene libertad de construir relatos. ¿Fue difícil hacer un Gallegos desde la narrativa?

—Aproximarse a un personaje histórico siempre es interesante porque tienden a tener sobre sí mucho peso, cuesta mucho verlos vivos y son muy estáticos. Entonces, llevarlos a la vida y al aspecto gráfico –caminando, hablando, haciendo cosas humanas– es complicadísimo. Y te digo, hasta que no encontré elementos humanos, elementos dramáticos y poderosos para contar, no logré verlo, porque solo veía a un Gallegos desde sus hitos y los apuntes históricos. Y si es algo que iba a ser llevado a imágenes necesitaba estar vivo. Tardé muchísimo en dar con el personaje porque no lograba verlo bien. Fue más allá de la investigación de la que parte el cómic –la realizada por Neller Ochoa para la Friedrich Ebert Stiftung–, donde vi a un ser humano común y corriente haciendo cosas muy extraordinarias.

—¿Cómo fue esa construcción humana? En qué aspectos se basó para hacerla, porque en la historiografía abunda lo relevante a la época.

—Sí, por eso hice búsquedas extensas sobre el personaje, búsquedas periodísticas: entrevistas a su hija, por ejemplo. Eso me permitió construirlo mejor. Lo hice desde anécdotas, episodios que lo acercaran al lector, con lo que pudieran sentirlo suyo, más allá del ícono político y literario que es. O sea, verlo en un hogar pobre, con un padre viudo y una chorrera de hermanitos; o en el exilio pelando bola como todo el que se va. Mostrar que fue un venezolano más, sí, pero uno capaz de hacer cosas extraordinarias.

—Hay diferencias entre la Historia y la historia, ¿cómo reconstruirlo sin la metodología histórica? Es decir, ¿no le abrumó el personaje?

—Sin duda, me abrumó. Nunca había hecho guiones para cómics, aunque sí para audiovisuales, pero eso es otra cosa. Entonces, empecé a estudiar biopics, para armar la historia con rasgos humanos, porque allí está la diferencia fundamental: si vas a escribir un texto sobre Gallegos puedes obviar la parte visual, pero si vas a construir un Gallegos gráfico necesitas forzosamente elementos visuales y eso no puede ser un tipo encerrado en un escritorio, ni un tipo pensando. Es un tipo en acción, puesto en escena. Esos elementos tomados de entrevistas y artículos me permitieron construirlo. Ahí fue cuando empecé a ver esa historia como una película.

—¿Cuáles elementos visuales le ayudaron a ver mejor a Gallegos?

—Por ejemplo, su hija cuenta que una vez su papá la llevó a una fiesta y como nadie la invitaba a bailar, la sacó él. Entonces, imagínate a Gallegos: un papá mingón, que ve a su hija que no sale y la saca él mismo; un hombre con muy buen humor, extraordinariamente enamorado de su mujer. Eso es lo que el lector común puede ver y le permite identificarse, lo humano: las pasiones, las emociones, que fue un tipo recto, idealista, enormemente noble. Un tipo que estaba profundamente enamorado y que una vez fallecida su mujer, la visitaba en el panteón y estaba obsesionado con el cadáver. Ella estuvo embalsamada, preparada para que no se descompusiera. Eso gráficamente es muy poderoso. Son cosas que se extrapolan a su vida pública, porque la idea no fue ver los grandes hitos históricos del personaje para entenderlo, sino más bien ver los pequeños hitos para comprenderlo.

—Algo a desatacar es que usted advierte que es ficción histórica en la primera página, pero eso también lleva a preguntarse cómo la gente puede diferenciar lo que es real de lo que es ficticio.

—Mira, te digo algo: el que estudia para un examen de historia con un cómic tiene derecho a estar raspado. O con una película. Todo hecho narrativo se centra en el efecto, más que en la absoluta verosimilitud de los hechos. Tú agarras cualquier película biográfica y vas a encontrar elementos que cualquiera puede refutar, pero eso no es lo relevante, porque se trata de la reconstrucción de personajes con rasgos humanos, con características que nos permiten conocerlo y verlo por dentro. Es una novela gráfica, pues. Pude haber puesto a volar a Gallegos y no pasa nada porque es un personaje más.

Los hechos solo son estaciones por donde se desplaza el personaje. Y no necesariamente serán narraciones reales porque no es la función de la narrativa. La función es conmover, ver al personaje como un ser humano vivo. Tampoco es la función del cómic, o de la novela gráfica, hacerlo didáctico, porque torcería su razón de ser. Un pecado de este formato sería que fuese aburrido o vacío. Verlo desde su propia condición de ser humano.

—Pero eso es delicado porque de cierta manera tiene en las manos la identidad o los valores de un país. ¿No fue complejo realizarlo así?

—Sí, claro, pero por eso mismo conviertes a un personaje en un símbolo. Puedes correr el riesgo de que el personaje sea manido o sublimado, romantizado, pero en literatura esos son los códigos. La literatura hace que los personajes representen valores, que se conviertan en símbolos de cosas. En este caso es un hombre que es símbolo de rectitud, de una enorme compasión y de una enorme fe, posiblemente inocente, en el ser humano. Necesitas que pase por estaciones donde brillen esos rasgos que él encarna. Yo sí creo que el cómic, o este tipo de proyectos al cual fui convocado, es una manera valiosísima para acercarnos al personaje. Y que un historiador diga «esto no fue así» también está muy bien, porque pone sobre la mesa al personaje histórico, lo pone de moda. Pongamos de moda a los personajes históricos. No solo Gallegos, también a Augusto Mijares, a Mariano Picón Salas, son personajes que hay que traer a este formato para discutirlos.

Gallegos

—¿Por qué empezar con Rómulo Gallegos y no con otro personaje si buscaban a civiles de la historia?

—Porque fue el primer presidente de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que es el aspecto de su vida menos conocido. Digamos que el rasgo que se quiso poner sobre el tapete, a pesar de que el término sea posterior a su vida, fue su rol como activista de derechos humanos, porque se conoce mucho sobre su faceta como novelista y como político, pero la faceta que le da más explicación a su visión del mundo es la de su lucha por los derechos humanos. Ese personaje que junto a Rómulo Betancourt se opuso a las dictaduras de derecha y de izquierda en los años 60; ambos dijeron que para pertenecer al sistema interamericano los países debían ser democráticos. Imagínate que alguien a la altura o el peso de un Gabriel García Márquez sea el primer presidente de un organismo creado para velar por los derechos humanos en el continente. Ese era Gallegos, un hombre que venía de hacer cine en México, una figura.

—Pese a que después, y esto lo comenta Rafael Uzcátegui –quien hizo el prólogo–, vaya a ser el blanco de las nuevas generaciones, tal vez por su descontento con la democracia en los años 80, incluso en las letras.

—Sí. Gallegos, desde el punto de vista de la literatura, es una figura fundamental que forzosamente es polémica. Con Gallegos es normal que sea el flanco del parricidio de generaciones posteriores, porque su literatura era maniquea, pese haber reflejado su tiempo. Y eso es algo que todavía tiene vigencia, Doña Bárbara soportaría una versión de cine adaptada al presente. Eso pasa también con la Historia. La Historia tiene rasgos de géneros literarios, porque los nuevos descubrimientos propician nuevas lecturas y…

—Y por eso es crítica y no hay verdades absolutas.

—Exacto. Creo que son líneas entrelazadas sobre varios puntos. La Historia se va analizando para poder seguir hablando sobre nuevos hallazgos.

—Gallegos es prueba de ello, ¿no? Es una figura olvidada.

—Sí, un Gallegos anquilosado, portada de los libros de Castellano y Literatura de quinto año. Su imagen termina siendo indiscutible, pero a la vez momificada, y no se le puede ver humano, no se le puede ver cercano. Forzosamente eso conduce a que las nuevas generaciones conozcan cada vez menos a Gallegos, aunque lo mencionen y lo reconozcan como escritor sin leerlo. Si te paras en la calle y preguntas por tres escritores venezolanos te van a mencionar a Gallegos, sin duda alguna, así no lo hayan leído, porque son vainas que te quedan del liceo. Y por eso estas iniciativas, como la del cómic, son necesarias, porque lo acercan al público desde lo humano.

La novela gráfica Gallegos. Hombre de una sola calle puede descargarse aquí en formato PDF

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