Ciudad

Un parque de mentira sustituyó a la cárcel de La Planta

Una cosa no llegó en sustitución de la otra. El Centro de Reeducación y Trabajo Artesanal El Paraíso, mejor conocido como La Planta, dejó de existir, pero el Parque Cipriano Castro, prometido para llenar esos espacios, jamás se concretó. El ofrecimiento se hizo en 2012. Cinco años y varios millones de bolívares después, solo existe un “simulacro” de plaza

Fotografías: Felipe Rotjes
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“Más de 200.000 habitantes de Caracas se verán beneficiados por esta promesa de Chávez; que no es una promesa, es un anuncio con la responsabilidad que caracteriza al Presidente”, decía Jorge Rodríguez en 2012. El juramento, sin embargo, se quedó en eso. Y la responsabilidad “que caracterizaba” al Primer Mandatario se la llevó el viento –o él se la llevó a la tumba–. El Parque Comunal Cipriano Castro no existe. Hay, si acaso, una plaza que no ocupa ni un tercio de los 10.000 metros cuadrados de desarrollo que prometió el exalcalde de Libertador y ahora ministro de Información y Comunicación en 2012 luego de la demolición del retén La Planta.

Del Centro de Reeducación y Trabajo Artesanal El Paraíso, como era el nombre oficial de esa cárcel, todavía quedan rastros, pese a que el 18 de mayo de 2012 se concretó el traslado de 2.705 presos –de acuerdo con la Memoria y Cuenta del Ministerio para el Servicio Penitenciario– y se ordenó la clausura definitiva de ese penal. En la avenida Páez de El Paraíso aún está el muro exterior del recinto con la inscripción en letras rojas: “Espacio recuperado por la revolución”. Justo allí, en Las Flores de Puente Hierro, un basurero crece y crece y un enjambre de moscas pulula sobre la suciedad. Mal olor y agua estancada completan la decadencia de la escena.

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Un hombre se asoma. Dice que el camión del aseo urbano tiene como un mes sin acercarse a esa esquina. Sobre el inexistente Parque Cipriano Castro es contundente: “Esta obra murió. Se hizo la plaza y murió”. El sitio, que fue ofrecido por Rodríguez como el segundo más grande de Caracas, debía tener un parque de agua, una zona de paseo, áreas verdes, teatro, una sede para la orquesta sinfónica juvenil, un centro de diagnóstico integral, un liceo bolivariano y una aldea universitaria. Se proponía además la construcción de una red de bulevares que permitiesen interconectar el área con San Agustín, y por el norte llegar hasta el Panteón Nacional. Esta caminería desembocaría en una gran pasarela que terminaría en la plaza de 10.000 metros cuadrados.

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El afán de interconexión histórica también puso entre los objetivos del proyecto la restauración de Villa Zoila, un Monumento Histórico Nacional que se encuentra al final de la avenida Páez. Además de la construcción de 100 viviendas para los habitantes del sector.

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La ambición de los planes es tan estruendosa como el silencio por lo no hecho. Hace casi dos años que ningún ingeniero se pasea por el lugar, aunque sobre la pared de La Planta aún se mantiene el aviso con los datos de información del proyecto de transformación urbana. Según el cartel, la empresa Racar Ingenieros C.A. era la responsable de construir la obra. En el Registro Nacional de Contratistas aparece como habilitada para tranzar con el Estado, según la ficha donde declara tener un solo empleado.

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La plaza sin nombre quedó encajonada entre el edificio del Instituto Autónomo Caja de Trabajo Penitenciario, que mientras existió la cárcel se utilizaba para la pernocta y que los vecinos esperaban fuese entregado para ser la sede de una de las instituciones educativas. Al otro lado hay una cerca que permite ver un terreno baldío, en el que la maleza crece a su antojo y con piso de tierra. El área sirve de estacionamiento para cuatro autobuses y un par de camiones.

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María Guevara participó en las mesas de trabajo que instaló el Gobierno del Distrito Capital al momento de definir qué se haría en el lugar. Fueron siete reuniones que el tiempo dejó ver como infructuosas: “Hicieron ese pisito –la plaza– y más nada. Nosotros pensábamos que era verdad, estábamos alegres, pero eso se quedó en veremos”. El pisito está hecho de adoquines y el mobiliario que posee son dos esculturas, de las que no se identifica el autor, además de los postes de alumbrado. No tiene sitios para sentarse, a menos que se cuenten los respiraderos para el estacionamiento que, en teoría, debía ocupar su zona inferior. No hay ni siquiera una placa que la identifique.

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Ciudad de promesas

El Cipriano Castro se suma a lista de los grandes parques prometidos para Caracas que no se han concretado. Justo por detrás del parque Simón Bolívar en La Carlota, y del Hugo Chávez en La Rinconada.

“La ciudad es un espacio para las promesas, donde las autoridades e instituciones viven diciendo que harán cosas, no solo espacios públicos, también limpieza y mantenimiento, y no cumplen”, afirma Zulma Bolívar, presidenta del Instituto Metropolitano de Urbanismo. Indica que es necesario un proceso de gestión, que incluya tanto presupuesto, como disposición gerencial. Es decir, una estructura administrativa capaz de materializar esas promesas. “Lo que tenemos está fragmentado, disperso e irradiado a través de distintos niveles de gobierno. Las cosas que son de mucha gente al final no son de nadie”, reflexiona.

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Cuando se juró la construcción de este parque habían transcurrido cuatro meses del desalojo de La Planta. El 1° de septiembre de 2012 se reunieron frente a las cámaras, con planos y apuntadores, Iris Varela, ministra de Asuntos Penitenciarios; Jacqueline Faría, jefa del Gobierno del Distrito Capital; y Jorge Rodríguez, alcalde del municipio Libertador, a exponer sus bondades. Un año y medio contado a partir de la fecha en que terminara la demolición de la cárcel sería suficiente para que los caraqueños llegasen a un millón cien mil metros cuadrados de espacio público recuperado. Eso significaba, además, que a mediados de 2014 debía haber finalizado la construcción.

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La inversión total en ese entonces se calculaba en 174 millones de bolívares. Recursos no faltaban según esas autoridades. El primer desembolso, por 28 millones de bolívares, ya se había hecho. Era lo necesario para demoler. El 30 de octubre de 2012 el Consejo de Ministros aprobó 27.840.000 bolívares para continuar las obras. El uso de este dinero no estaba tan claro. Una nota del Ministerio de Comunicación e Información cita a Faría: “Con este primer aporte se van a construir la caminerías que atravesarán todo el bulevar Panteón”. En cambio, AVN asegura que la funcionaria dijo que los recursos estaban destinados a la recuperación de Villa Zoila. No se hizo ni lo uno, ni lo otro.

Otros 100 millones de bolívares fueron aprobados el 10 de junio de 2013. Ya Nicolás Maduro ejercía la Presidencia de la República. “El presidente Chávez aprobó unos recursos para la primera etapa, que ya se culminaron exitosamente, y se requieren recursos para la construcción de la segunda etapa”, explicó entonces Jorge Rodríguez. Esa segunda fase incluía la plaza, el bulevar que conectaría el Cipriano Castro con el bulevar de Ruíz Pineda, en San Agustín; la construcción de viviendas, el CDI y bibliotecas.

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cita-planta-1Nada de eso se ejecutó. No obstante, el 2 de septiembre de 2015, justo tres años después del anuncio del parque, la Alcaldía de Libertador prometió que, ahora sí, a finales de ese año estaría lista “la primera etapa del Gran Parque Comunitario Cipriano Castro”, que, según Jacqueline Faría en octubre de 2012, ya tenía 80% de avance, y que Raúl Acosta, director de Infraestructura de Libertador, dijo que “estaba culminada en su totalidad” en junio de 2014. Misma afirmación que hizo el alcalde en 2013.

No se dijo más del Parque Cipriano Castro hasta el 31 de agosto de 2016. Daniel Aponte ejercía entonces la Jefatura de Gobierno de Distrito Capital y él y Jorge Rodríguez presentaron el Plan Caracas Bella y Socialista. Como si se tratara de un asunto de borrón y cuenta nueva, el alcalde olvidó las viviendas, la aldea universitaria, el núcleo del sistema de orquestas y declaró: “Con la inyección de recursos y de presupuestos vamos a construir una plaza de gran envergadura”.

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Conformes con poco

Después de un conflicto que duró 27 días, los vecinos de La Planta se daban por bien servidos con la eliminación del centro de reclusión. Fue una cárcel desde finales de la década de 1950, cuando en principio recluyeron a 350 personas. El hacinamiento y la descomposición social hicieron de las suyas las décadas siguientes. El detonante del motín que finalizó con la clausura del penal fue el asesinato de María Marrero, de 21 años, un día de pernocta. Ocurrió el 20 de abril de 2012, y cinco días después las autoridades de la cárcel suspendieron las visitas y prohibieron las pernoctas.

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De ahí en adelante se prendió el ventilador: se filtró que el recinto llevaba dos meses sin director, hubo rumores de fuga y se supo que desde principios de ese año no contaban el número de internos. También se dijo que los reos pagaban entre 80.000 y 300.000 bolívares a la Guardia Nacional (GN)por su libertad, lo que habría permitido que unos 600 hombres se “escaparan” por la puerta principal. Mientras duró el conflicto, las familiares de los presos instalaron un campamento en las adyacencias de la cárcel donde durmieron por 22 días; y la GN hacía uso frecuente de los gases lacrimógenos. En uno de esos tiroteos asesinaron a Henry Molina en el piso 9 de la residencia Las Piedras, un vecino de la zona que nada tenía que ver con el barullo.

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“Cuando era cárcel era terrible y los últimos años fueron los peores. La gente que venía a la visita aprovechaba para robar los comercios. Fue un alivio cuando lo desalojaron. Eso no servía para rehabilitar a la gente, salían peor”, opina Sandra Quevedo, residente de la zona. Para ella es importante que los trabajos concluyan y se cumpla con lo ofrecido. Lo mismo para Miguelina Alemán, quien recuerda que habían prometido hasta un área para pasear a los perros: “Estamos felices con que ya no haya malandros ni tiroteos, pero lo que hicieron fue un simulacro de plaza”. De los tiempos convulsos, Alemán todavía espera que “alguien” le reconozca todos los vidrios de su casa, que se reventaron durante el motín por la explosión de una granada.

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