Crónica

Un bombazo de la GNB lo empujó fuera del país

Marcha que fuese convocada, marcha a la que Reynaldo Riobueno iba con sus cámaras, su credencial y su franela blanca manga larga. Así documentó las protestas de 2017, día tras día. Tragó gas lacrimógeno y varias bombas impactaron en su cuerpo. El 3 de mayo un proyectil disparado a quemarropa le quebró una pierna y marcó una senda que lo condujo a pedir asilo en Estados Unidos

PORTADA: REYNALDO RIOBUENO | FOTOGRAFÍAS EN EL TEXTO: HORACIO SICILIANO Y AFP (ARCHIVO)
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“Dispárale al de blanco”, escuché que decían por el parlante de la tanqueta. En ese momento me di cuenta que estaba vestido de blanco. Ese era mi uniforme: una chemise blanca manga larga. Me asusté. Salí a hacer una última toma y me quedó movida. El comandante de la guardia estaba señalando hacia adelante, justamente donde estaba yo. Vi a la persona con la escopeta y me disparó la bomba lacrimógena. Cumplieron la orden. Escuché el disparo y sentí el impacto en la pierna izquierda. Traté de pisar y no podía. El dolor era indescriptible.

Reynaldo Riobueno repasa los hechos del 3 de mayo de 2017 con asombrosa precisión. Es específico con la historia, los lugares, los culpables. Lo recuerda todo detalle a detalle. Y no ha sido de gratis, ha relatado lo sucedido cientos de veces: a sus allegados, a la prensa, a las autoridades, a sí mismo. Y no tiene pensado dejar de hacerlo: “Lo que pasó va a ser un capítulo que valdrá la pena contarlo siempre, formó parte de quién soy hoy”.

Reynaldocita4El brazo represor de los cuerpos de seguridad le cambió la vida. No era la primera vez que una bomba lacrimógena impactaba en su cuerpo desde que habían iniciado las protestas antigubernamentales que marcaron la vida nacional durante cuatro meses de 2017, hace un año. Pero la de aquel día, disparada a quemarropa directamente hacia su pierna, causó más que una fractura de tibia, una operación, meses de recuperación y una cicatriz debido a los nueve tornillos y la placa de titanio que hoy en día habita en su pierna. El joven de 24 años tuvo que abandonar sus estudios, su profesión, su entorno y su país para huir de la amenaza que implicaba estar en las calles haciendo lo que mejor sabe hacer: fotografiar.

“Dejé atrás a mi familia entera. Mi padre, mi madre, mi hermano pequeño de 9 años, lo que más me duele. Tenía una relación muy cercana con él y ahora es a través de FaceTime. Lo llamo dos veces al día. Dejé a mis primos que veía prácticamente todos los fines de semana. A mis abuelos, ¿cuándo los voy a volver a ver? A mis amigos del colegio, de la universidad. Es muy duro”. Sus estudios en Ingeniería en Telecomunicaciones en la Universidad Católica Andrés Bello, tras haber cursado unos semestres en la Universidad Simón Bolívar, también se vieron truncados “y aquí no voy a poder terminarla porque son muy costosas”.

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A un año del inicio de las protestas contra el Gobierno de Nicolás Maduro, Reynaldo está en Miami, a la espera de la entrevista para optar por el asilo político en Estados Unidos. “Estoy en un limbo porque todavía no he tomado una decisión migratoria, mi caso sigue pendiente y no tengo permiso de trabajo. Aquí es donde me tengo que quedar, donde me tocó hacer una nueva vida mientras tanto”.

El recuerdo del 3 de mayo está presente, haciendo daño, migró con él. “Hay días en los que sueño con ese momento. Cuando me disparan, cuando la guardia se acerca. A veces también sueño que me llevan detenido o estoy en un avión y llego a Venezuela. El miedo de aterrizar en Maiquetía es fuerte”.

La tercera es la vencida

Las amenazas comenzaron días antes. El 20 de abril, Reynaldo fotografiaba junto a otros reporteros la osadía de un desnudo Hans Wuerich al montarse sobre vehículos blindados de efectivos en la autopista Francisco Fajardo. El reportero cargaba dos cámaras, en pauta para Unión Radio y el canal televisivo IVC. Su concentración lo alejó de la realidad. El visor lo engañó y al despegar la cara del equipo y abrir los dos ojos se encontró solo y rodeado de funcionarios.

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Traté de retirarme lo más rápido posible y sentí que alguien me tocó la espalda. Volteé y era un jefe del comando de la PNB (Policía Nacional Bolivariana). ‘¿Quién eres tú, carajito?’, me preguntó. Con la máscara antigás puesta, le mostré mi chemise con el logo de la radio que decía “prensa”. ‘No te creo una vaina, muéstrame el carnet’, insistió. Saqué la credencial que tenía debajo del chaleco antibalas y se la muestro. ‘Cuidado con una vaina, carajito, y te jodemos más adelante’.

Reynaldo se sintió amedrentado. No entendía el “te jodemos más adelante”. La promesa no tardó mucho. Cuando se estaba devolviendo de la protesta, un efectivo de la GNB (Guardia Nacional Bolivariana) le gritó: “Quiero a la prensa fuera en cinco minutos”. “Ahí llega una persona a grabarnos con una cámara de televisión. Nos apuntó a los de prensa que estábamos ahí. Nos estaban intimidando”. Luego, cuando reveló sus imágenes, descubre a una mujer con chaleco de la GNB que lo graba en todo momento.

Reynaldocita3El 1 de mayo fue la segunda señal de alerta. La marcha había tomado hacia La Castellana para alcanzar la avenida Boyacá, conocida como Cota Mil, cuando inició la represión. “Fue un día muy violento, me costó retirarme. En ese momento no estaban lanzando bombas y pasé por el piquete de la PNB cuando escuché un disparo y sentí un golpe en la pierna derecha. Eso me dejó un morado en el talón”. Otra raya más para el tigre.

“El 3 de mayo fue el día que me fracturaron la pierna”. La convocatoria de la oposición era para concentrarse a las 10 de la mañana del miércoles en el Distribuidor Altamira de la autopista Francisco Fajardo. El destino era sorpresa. “Desde allí la dirigencia informará hacia dónde va la manifestación”, había indicado parlamentario Carlos Paparoni. El desenlace sí era previsible.

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“Los diputados dijeron que iban a encabezar la marcha. Estaban todos agarrados como una cadena humana e iban caminando. Salimos de Altamira y ni llegamos al puente de Las Mercedes. Ahí no hubo conversación alguna o mediación: empezaron a disparar las bombas lacrimógenas”.

La arremetida de los cuerpos de seguridad fue brutal, una de las jornadas más agitadas. Armando Cañizales, de 17 años, fue asesinado de un disparo en el cuello, en Las Mercedes. Hasta ese día, el 3 de mayo había sido la jornada con más heridos desde que iniciaron las manifestaciones. El sol no se había ocultado y en Salud Chacao ya habían atendido a 161 personas mientras que en Salud Baruta la cifra alcanzaba 234 heridos. Entre esos estaba Reynaldo Riobueno.

Tras el disparo, propinado por la GNB frente al Centro Comercial Ciudad Tamanaco (CCCT), al reportero gráfico lo rescataron unos jóvenes de la autodenominada “Resistencia” e integrantes de los “cruz verde” le vendaron la pierna. “Me quité la máscara para tratar de respirar por el dolor y vi cómo nos lanzaban otra bomba lacrimógena a los pies. Me ahogué”. Pero logró llegar a las inmediaciones del centro comercial Sambil y pedirle a la radio para la que trabajaba que lo rescatase.

Reynaldocita2Entonces Reynaldo sacó su teléfono y registró en su Instagram que la GNB lo había lesionado. “Lo hice simplemente por miedo, publiqué para que se supiera lo que había ocurrido porque no sabía si me iban a llevar”. Un guardia nacional le dijo que se alejara del lugar, so pena de detención. Llegó el motorizado y, como pudo, lo alcanzó casi saltando en una sola pierna, con la otra sangrando aunque vendada.

En Salud Chacao le confirmaron la rotura del hueso. Un yeso envolvió su pierda por completo, desde el dedo grueso del pie hasta el glúteo. La impotencia lo hizo estallar en llanto. “Me quebré”, admite. Seis días después entró a cirugía: una placa de titanio y 9 tornillos atravesaron su extremidad, aunque no contaba con los recursos económicos para costear una intervención de 15 millones de bolívares, el equivalente a 3.000 dólares de la época. “No quería ser una carga. Hice una campaña de GoFundMe, la publiqué y en 24 horas tenía el dinero”.

“Te vinieron a buscar”

Su caso llamó la atención. Reynaldo fue contactado por el Comité de Familiares de las Víctimas (Cofavic), para que declarara como afectado por las protestas, y por el Alto Comisionado de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Les contó detalle a detalle lo ocurrido y subió alrededor de 400 Gb de material audiovisual a la nube de la organización.

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Afirma que dos días después de haberse publicado el informe d la ONU, “llegaron dos camionetas negras sin placas a mi edificio. Interrogaron al conserje y al vigilante, preguntando por ‘el fotógrafo Reynaldo Riobueno’. Yo había salido temprano al banco a hacer unas diligencias y es mi mamá quien me llama, desesperada: ‘Te vinieron a buscar, vete’”. Desde entonces no ha vuelto a pisar su hogar.

Pasó varios días sin lugar fijo, entre casa de unos amigos en San Antonio de los Altos y luego en Los Teques, en el estado Miranda. La intimidación siguió. “Estaba en la Panamericana y recibí una llamada: ‘Estás mandando información, te vamos a joder. Te vamos a encontrar donde sea que estés’. Apagué el teléfono y saqué la tarjeta SIM. Necesitaba enconcharme”. La resolución de Cofavic y la ONU fue inmediata: “Hay que sacarte del país”.

Reynaldocita1Reynaldo tomó un avión a las 5:10 de la mañana del 22 de agosto de 2017 con escala en Panamá y destino Miami. “La noche anterior mi mamá me entregó mis dos maletas y me despedí de mi familia así, de un día para otro, sin un plan, sin haberlo querido, sin haberlo planeado. Aquí en Estados Unidos tengo seis meses de entrada y tengo que formalizar mi estatus legal”. En noviembre del mismo año solicitó el asilo político.

Mientras avanza ese proceso, el reportero repasa lo sucedido. “Creo que mi error fue ir vestido siempre igual. Quizá me arrepiento de no haber contado otras historias, haber buscado el tiempo de meterme en los barrios. Quiero volver, hay demasiadas cosas por hacer y sé que puedo ser útil a la reconstrucción. Tenemos potencial como país, pero nos falta mucho aprender”.

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