Lo que el río se llevó

Daniel Hernández y Archivo Hemeroteca Nacional

Petare, Guarenas, Guatire y Los Teques también fueron mencionados por la prensa de diciembre de 1999 como sectores afectados por las lluvias en el estado Miranda. Ríos desbordados, deslizamientos de tierra y carreteras obstaculizadas fueron lo más repetido, que también ocasionaron casas destruidas y vidas perdidas

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El retrato de Miguel Ángel Pereira sigue colgado en la pared de la sala de su casa. Si la puerta principal está abierta, los vecinos que pasan frente a la vivienda pueden mirar su rostro desde el callejón del kilómetro 14 del barrio El Placer. A excepción de ese gran cuadro, hace 20 años que nadie lo ha vuelto a ver. No desde que el río crecido que atraviesa la carretera vieja Petare-Guarenas, en el municipio Sucre del estado Miranda, se lo llevó en la madrugada del 16 de diciembre de 1999.

Una de las últimas personas que lo vio con vida fue su madre, Amelia Montesino. Esa noche llovía a cántaros, ya habían pasado varios días desde que comenzaron las precipitaciones que no daban tregua en todo el litoral central de Venezuela. Cuenta que Miguel Ángel estaba en la platabanda jugando dominó y bebiendo anís con sus amigos del barrio, cuando su esposa subió y le “formó un pequeño zaperoco”.

A Miguel Pereira se lo llevó el río
La mirada de Miguel Ángel sigue en su casa

Incómodos, sus compañeros se fueron y lo dejaron solo. Cuando fue a hacerle compañía, él le lanzó la primera propuesta: “Mamá, siéntate aquí. Vamos a jugar dominó”. Fue rechazado. Con la segunda idea tampoco tuvo mucha suerte: “Tómate un poquito de anís”. No hubo manera de convencerla. Mientras iban bajando la escalera de regreso al interior de la casa, Miguel Ángel le dijo que se iba para el puente, en la entrada del barrio, a buscar a los muchachos.

—Miguel, no te vayas para allá. Mira cómo está sonando el río, está crecido.
—Mamá, no te preocupes por eso. Ni pendiente con el río.

Río

Amelia lo vio salir por el garaje con un mono negro, un suéter blanco y su usual pelo largo, sin saber que sería la última vez. Cree que no pasaron ni cinco minutos cuando la alarma la hizo salir de su cama. Estaba a punto de acostarse a dormir cuando le tocaron con fuerza la puerta. Abrió y un vecino le soltó las palabras del terror: “A Miguel se lo llevó el río”.

La mujer perdió toda noción de cordura, se puso a llorar y a gritar por su hijo. No sabía qué hacer. Quiso agarrar la figura de madera en tamaño real que el menor de sus retoños tenía dos años haciendo para zumbarlo a las aguas. “El Cristo lo tenía que salvar, pero qué va”.

A Miguel Pereira se lo llevó el río
Aquí vieron a Miguel Ángel por última vez

Amigos y vecinos hicieron lo que pudieron, todos se movilizaron para encontrar a Miguel. Se amarraron un mecate a la cintura y se metieron en el río para dar con su cuerpo. No sirvió de nada. Ni en la primera, segunda o tercera creciente, por la que vieron desfilar árboles, carros y mucha tierra. Eso hicieron todos los días por varios meses, revisando hasta lo más bajo del cauce, sin resultados.

“Los que vivían en planta baja perdieron todo. Se salió la tierra, la mitad de las casas se taparon”

A Miguel Pereira se lo llevó el río
Amelia todavía llora a su muchacho

Se dirigieron hasta la morgue de Caucagua cuando los llamaron para avisarle que habían conseguido un cadáver. Con la esperanza de que fuera él, hicieron el papeleo y hasta compraron el servicio fúnebre para llevar el difunto hasta Los Teques, donde determinarían su identidad. A pesar de que Amelia confiaba con todas sus fuerzas que se trataba de su hijo, no era Miguel. No tenía pelo largo ni tatuajes, como su hijo. Dejaron el muerto y se regresaron a seguir buscando en el río. “No conseguimos nada, Miguel desapareció completamente”. El agua se lo llevó.

20 años han pasado y Amelia sigue sin tener respuestas. Las versiones de los amigos que estaban con él cuando cayó al río son muchas, ninguna oficial. “Cuentan que estaba haciendo morisquetas en el muro y se fue, otros dicen que le zumbaron una botella de anís para que la agarrara y se cayó. Estas son las alturas y yo no sé qué pasó con Miguel”. Cayó del muro, al otro lado del puente, y al pasar por debajo pegó la cabeza de la estructura. Ella misma suelta la idea de un suicidio, por problemas con su mujer, pero no tiene certeza. Un muchacho del sector que recuerda lo ocurrido dice que estaba borracho aquella noche.

A Miguel Pereira se lo llevó el río
Un recuerdo vivo
A Miguel Pereira se lo llevó el río
La respuesta pendiente

A los días, los tractores de la gobernación de Miranda se metieron a la zona para limpiar la vía por los deslizamientos de tierra que las fuertes lluvias habían ocasionado. La incomunicación y el caos que se vivía en el territorio por las precipitaciones fueron otros factores en contra. “Esos eran cerros de seis metros de arena en la carretera. Eso estaba horrible. Yo bajaba y hablaba con los tipos de los camiones a ver si encontraban un cadáver”, con la descripción de su hijo. “Nadie consiguió nada”, desliza la mujer.

Para ella, de las peores frustraciones que acumula está no haber podido hacer más por la vida de su hijo. Si en La Guaira no hubieran estado ocurriendo catástrofes, quizá la historia sería otra. “No podíamos ir a denunciar nada porque estaban con la tragedia de Vargas. Todos estaban pendientes de allá y aquí la tragedia estaba olvidada. Estábamos nosotros solos”.

Río

La mujer ahora tiene 66 años y todavía se pregunta si las cosas hubieran resultado diferentes si aquella noche hubiese aceptado las invitaciones de su hijo. “En ese momento que él me dijo ‘Vamos a jugar dominó, tómate un poquito de anís’, cómo no le hice caso”, se cuestiona. Detrás del cuadro, que colgaron pocos meses después de su muerte, escribieron los datos de la tragedia: edad, fecha de nacimiento y el día que desapareció Miguel. Un ítem está en incógnita. “Aparecerá”, seguido de un signo de interrogación. Abajo una frase: “Que esté con Dios”. Ese es el único consuelo.

Las paredes que enmarcan al río no fueron suficientes para la cantidad de agua que cayó

Río

La tierra cedió

Miranda fue de los estados más afectados por las lluvias de 1999. Las cifras oficiales de la gobernación de la época, encabezada por Enrique Mendoza, dan cuenta de que al menos 50.000 personas sufrieron por las precipitaciones. Aunque Barlovento se llevó la peor parte luego de la fractura de la represa de El Guapo, otras zonas de la entidad entran en el conteo. Ríos desbordados, deslizamientos de tierra y carreteras obstaculizadas fueron los desastres más repetidos en los registros.

La familia Gómez casi no vive para contarlo: los cinco miembros salvaron su vida de milagro, antes de que el cerro cerca de su casa, en la calle principal de El Jabillo de Guatire, se derrumbara. El primer desastre ocurrió a primeras horas de la mañana y ayudó a mantenerlos en alerta. La tierra no aguantó y al mediodía tapió parcialmente su hogar. Perdieron las camas, escaparates, ropa, enseres.

«Todos estaban pendientes de Vargas y aquí la tragedia estaba olvidada. Estábamos nosotros solos»

Río

El diario Últimas Noticias reportaba el 16 de diciembre de 1999 que en Guatire había al menos 90 damnificados, específicamente en los sectores El Rodeo y Los Manguitos. La Palomera, Cenizas, Las Barrancas, Valle Arriba y parte del sector El Ingenio también se vieron afectados, según registró La Voz.

En todo el municipio Zamora se contabilizaron cerca de 200 familias damnificadas, con pérdidas total de viviendas en Santa Rosa, Las Luisas, Colinas de Araira, La Ceiba. Autoridades de Protección Civil declararon que gran parte del municipio se encontraba incomunicado.

Río

La carretera vieja de Petare-Guarenas fue declarada en emergencia por los bomberos que operaban en la zona ante la cantidad de deslizamientos que hubo por las lluvias. En el kilómetro 20, en el sector Izcaragua, 20 familias estuvieron a punto de perder sus viviendas. Últimas Noticias publicaba el 14 de diciembre que Dalys Ayari Barboza de 17 años, con cuatro meses de gestación, había perdido la vida.

Río

Las fuertes lluvias que cayeron esos días ocasionaron que la tierra se deslizara y tapiara la residencia donde se encontraba la joven, en la calle Unión del sector Vuelta de Juan de Guarenas. El deceso se debió a traumatismos generalizados, según Emergencias Miranda.

“No conseguimos nada, Miguel desapareció completamente”. El agua se lo llevó.

Río

Por su parte, el entonces alcalde del municipio Plaza, Arnaldo González, declaró a la prensa que la situación era “bastante dramática y no hay ningún sector que no se haya visto afectado por su vialidad, drenaje, en sus cloacas, postes del suministro de energía eléctrica y por lo menos 170 familias” cuyas viviendas resultaron dañadas. Los sectores más afectados de Guarenas fueron Barrio Zulia, Guacarapa, La Comunidad, Tocorón, Izcaragua, La Estrella Uno y Dos, El Cercado.

En el municipio Pedro Gual sufrieron daños los caseríos El Tesoro, Machurucuto, Palo Blanco, Caño Rico, Las Mercedes, Chaguaramal. Mientras que los sectores más afectados del municipio Sucre fueron el barrio Unión, Agricultura, Bolívar y 12 de octubre, en Petare.

Y seguirá pasando

Lo que más recuerda Reinaldo Torres era la desesperación de sus familiares y vecinos del barrio La Línea, en Petare. Él solo tenía 12 años en diciembre de 1999, cuando las lluvias hicieron crecer el río Guaire y lo sacaron de su cauce. Llovió sin parar por más de 72 horas, día y noche. Todos pasaron jornadas enteras mirando por la ventana, pendientes de si escampaba un poco o si el nivel del agua seguía creciendo. La angustia de qué pasaba allá abajo, al final de la avenida, era la constante.

Las paredes que enmarcan al río no fueron suficientes para la cantidad de agua que cayó y el caudal se salió casi al final de la calle, donde hace una curva. Las personas comenzaron a correr, sacando las cosas de sus casas y tratando de mover los carros del lugar. No todos lo lograron. El agua marrón de la cloaca capitalina se llevó vehículos e inundó varias viviendas. “Los que vivían en planta baja perdieron todo. Se salió la tierra, la mitad de las casas se taparon”, cuenta Reinaldo.

Ya Reinaldo no tiene 12, pero sí memoria

Muchos de los transformadores eléctricos explotaron cuando entraron en contacto con el líquido y también locales comerciales quedaron inundados. A Luis Abreu no le dio tiempo de sacar ningún objeto de su negocio de reparación de carros. “Se me dañaron las cosas, las herramientas, el material. Perdí todo, nadie nunca me dio nada”. El hombre, ahora de 61 años, posa su mano sobre la pared de su local renovado para marcar el nivel que alcanzó el agua dos décadas atrás. “Llegó alto, dos metros más o menos. Batuqueó todo lo que había aquí”, expresa.

Luis Abreu tuvo que recomponer su taller mecánico

Oscar Sojo estaba en su casa cuando el agua entró por la puerta aquella tarde del 15 de diciembre. Recuerda cómo empezó a salir por las alcantarillas primero, para luego desbordarse el río. Él recuerda que se quedó quieto, impactado por lo que veía. “Era demasiada agua para un hombre”.

Su ropa, los electrodomésticos, la nevera, aires acondicionados, colchones. Todo eso se fue. “Perdí un poco de corotos, menos mal la vida no la perdí”, dice afortunado. Tuvo que hacer huecos en la pared de su vivienda para que el agua volviera a salir. “No es cuestión de muñequitos, fue feo”.

Estos carros bailan cuando la calle se convierte en río

Reinaldo lo sabe y lo dice sin rodeos: “Vivimos en una zona de alto riesgo”. Que el río Guaire se salga del cauce a la altura de La Línea en Petare no era primera vez que ocurría en 1999, y tampoco fue la última. Cuando no se limpia el cauce, el nivel de agua sube y el riesgo de que se salga crece.

En 2019, afirma, lleva más de cinco años sin mantenimiento. “Eso tiene más de cinco metros de tierra y basura”. Con cada lluvia, viene la preocupación. “Nada más con una lloviznita, se viene para afuera”. Ocurrió en las vaguadas, como ha ocurrido varias veces en estos veinte años.

El vecino incómodo que visita cuando llueve

Óscar, con más de 35 años viviendo en La Línea, dice estar acostumbrado a que el agua se salga de su lugar. Para él, la cantidad de basura es el gran problema y los propios vecinos son los culpables del daño. “Estamos botando basura en el río, apuñaleándonos a nosotros mismos. Si pones la basura en la esquina, ahí se queda porque el camión ya no pasa”. Para el hombre de 71 años, la solución es, más allá de limpiar el fondo del río, romper la estructura que lo contiene, justo donde hace la curva. “Machetear la vertiente para que vaya directo. Eso es lo que deben hacer”.

En esa curva es por donde primero se sale el agua

Dos décadas antes las ideas quizá eran las mismas, pero el trazado del cauce también, así como su baja profundidad. Condiciones ideales para que el exceso de lluvia hiciera el resto. En aquel diciembre llovió cuatro veces más que el promedio de los diciembres normales (189,4 mm contra 44,4 mm), según registros de la Universidad Central de Venezuela, que registró 13 días consecutivos de precipitaciones sobre la capital, entre el 5 y el 17 de diciembre. El miércoles 15 ocurrió la máxima lluvia del año.

Oscar no cree en pañitos calientes
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