Ciudad

La oscuridad se hizo eterna en Parque Central

Imponente y colosal, símbolo indiscutible de modernidad; pero los años dorados de Parque Central se empañan con el desgaste propio del lugar. Los mega apagones de marzo de 2019 lo entregaron al último abandono

FOTOGRAFÍAS: DANIEL HERNÁNDEZ
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Cuando las luces se apagan la soledad comienza a hacerse presente. Es ley en un país que se sumerge en horas indefinidas de oscuridad, y mucho más en un complejo residencial cuya majestuosidad se disipó hace mucho.

En Parque Central se adaptan a la oscuridad. “No tenemos alternativa, parecemos los animalitos de Discovery Channel que tienen que enfrentarse a una situación para sobrevivir”, dice Alex Rivas con desgano, un comerciante y habitante del conjunto que tiene 20 años haciendo vida en el lugar.

Parquecentralcita5Para él, la solución a los problemas y dificultades que se generan con los cortes del suministro eléctrico se resuelven si “hablaran claro para uno programarse”. Con 52 años dirige un bodegón/restaurante y un teatro, negocios que cierra cuando se va la luz. Desde el 25 de marzo, cuando volvió la oscurana, se ha resistido a cobrar en dólares.

Las fallas eléctricas lo dejan sin agua –que afirma era constante- y también sin ascensor, un lujo del complejo pues los apartamentos a partir del sexto piso son dúplex y el número de niveles a escalar se duplica. “Yo vivo en el piso 15, pero realmente debo subir 34 pisos. Cuando se va la luz bajo y subo solo una vez, pero también me ha tocado quedarme en el negocio a dormir”. Pese a que no sufre de problemas de salud, Rivas explica que subir y bajar le causa molestias en las rodillas.

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Cuando las luces en Parque Central se apagan, es poca la iluminación natural que entra a los pasillos del complejo. Sin lámparas de emergencias los pasajes se vacían y sintiéndose a la deriva, los habitantes hacen de sus hogares una especie de fuerte que los mantenga seguros. Edy Becerra de Oliva se encierra pues se ha enterado que en varias oportunidades la delincuencia ha alcanzado a más de un vecino con o sin apagón por los pasillos y escaleras del edificio.

“Trato de bajar y subir una sola vez, y procuro traer algo de comida. Hay que estar pendiente y tratar de no salir si hay un apagón”, comenta la médico de 75 años. Para ella no queda otra opción que “soportarlo hasta donde podamos y comprar velas porque no avisan cuando se irá”.

Jordi Montilla indica que el vandalismo en las residencias ya es normal. Sabe que se roban los bombillos de los pasillos, por ejemplo, pero hasta ahora no se ha enterado de robos a mano armada a sus vecinos. Cuando la luz se va su padecimiento es el mismo que el del resto de sus vecinos: los ascensores. Vive en el piso 9 y para llegar a él debe subir 18. Una vez que el servicio eléctrico parece restablecerse, “no funcionan hasta después de hora y media” para evitar que haya un corte y cause otros daños.

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Al igual que Rivas, Jordi manifiesta que no sufren de racionamiento de agua; sin embargo, gracias a los apagones que se han suscitado en marzo le ha tocado “subir con dos botellones de 18 litros” para llevar agua a su hogar. Si no hay luz, el chef de 20 años prefiere quedarse “en casa y salir solo dependiendo de la circunstancia”.

Ningún habitante de Parque Central desestima la importancia y valor cultural del complejo urbanístico diseñado por el arquitecto Daniel Fernández-Shaw y cuya construcción inició en 1970 y se inauguró en 1983, pero entienden que con el paso de los años el lugar perdió el encanto y la vanguardia. La penumbra de los apagones es solo una sombra más en el otrora ícono de la modernidad caraqueña.

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El proyecto urbanístico de vanguardia, que se construyó a comienzos de la década del setenta, ubicaría a Caracas en la dimensión contemporánea que reclamaba la época. Parque Central era todo lo que prometía el futuro: una ciudad moderna en sí misma como no se había visto antes; ocho edificios residenciales convivirían con oficinas, comercios, museos y salas de convenciones. Todo construido con criterios de vanguardia: un sistema de extracción de basura al vacío, suministro de agua por tuberías de cobre y aire acondicionado integral con agua helada.

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Alicia Ramírez se mudó en 1973, en sus memorias quedan los recuerdos de los años mozos porque a diario observa una realidad distinta a la que en aquel tiempo vivió. Asevera que desde hace dos décadas enfrentan “todo tipo de dificultades y penurias como bajar y subir escaleras, no tener agua y tampoco luz en los pasillos”.

“Muchas veces se rompen tubos y eso ocasiona filtraciones. Yo nunca he visto que le hagan mantenimiento a las tuberías principales”. Alicia enumera otros factores: robos, malos olores por la basura que se acumula, falta de conserjes para limpiar las áreas comunes y los elevadores. “De tres ascensores solo funciona uno. Hace dos meses se dañó uno, y el otro hace cinco años fue arreglado, funcionó cinco días y se dañó”.

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Un habitante de la comunidad que prefirió no ser identificado por temor a represalias, explicó que en su torre también funciona un solo ascensor, y que cuando comenzaron a realizar el arreglo del ascensor número 2 “nunca terminaron el trabajo y quedó vacío”. Asimismo, destacó que la Gerencia de obras y proyectos Corpocapital, actual institución encargada del mantenimiento, quitó el techado original de los pasillos, sin consentimiento de los propietarios, y no los ha vuelto a reponer. “Ellos no piden el consentimiento de los vecinos, simplemente hacen lo que les parezca mejor”. Denunció también que los pasillos carecen de alumbrado (cuando hay luz) y los estacionamientos se encuentran devastados.

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Y ni hablar de la Torre Este, que se quemó en 2004. Han pasado tres lustros y el edificio—que se construyó en tres años nomás— permanece sin operar. La fecha de reapertura se ha pospuesto casi 10 veces a pesar de la inversión de al menos 684 millardos de bolívares, según recopilación de montos dados en anuncios oficiales en 2016. En septiembre de 2014, dos meses antes de inaugurar la “plaza Hugo Chávez Frías” al pie de la Torre Este luego de invertir 12 millones de bolívares, se marcó la más reciente promesa en el calendario: la nueva fecha tentativa para reabrir la Torre Este completa —con todo y mirador en su punto más alto— quedó fijada en marzo de 2016. No se cumplió.

La realidad para Mary Cruz Mendoza es diferente. A su juicio, la responsabilidad de los apagones y los cortes de agua son responsabilidad “de la derecha irracional que no le importa quitar lo servicios ni hacer lo que sea para alcanzar el poder”. Su padecimiento es igual al de sus vecinos, pero dice que “Chávez nos dejó consciencia” que le permite entender de quién es la culpa.

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Respecto a los daños y al poco mantenimiento de las torres, Mendoza insiste que se debe a la “derecha internacional que nos tienen bloqueados y muchos de los productos y repuestos que se necesitan son importados”. El objetivo de dichas acciones, según la artista revolucionaria, es simplemente es generar desespero “para que la gente salga a la calle y se mate”.

Tras 15 años viviendo en Parque Central, Carmen Lugo considera que el desgaste en la infraestructura se debe a que fue “un monstruo que no estuvo bien planificado ni pensado a futuro. El resultado de estos años evidencia que no hubo una proyección de políticas para sostener el lugar”. El propio Daniel Fernández-Shaw, arquitecto del proyecto, manifestó en 2009 al diario El Universal que “Parque Central se construyó para un modelo de país que ya no existe. Empezamos a hacerla en 1970, pero en julio de 1977 hubo un rompimiento psicológico en el país, pasamos de ser un país con buen futuro, con dinero, a la falta de esperanza y de optimismo”.

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Todo lo que prometía el futuro, estaría en Parque Central. El complejo arquitectónico se vendió con el eslogan “un nuevo modo de vivir que nada tiene que ver con el pasado”. El material promocional señalaba que el complejo contaría con los más modernos servicios, ascensores con capacidad para 24 personas, sistema de vigilancia por circuito cerrado de televisión las 24 horas y alarmas contra incendios en todos los pasillos. Aparte, los apartamentos tendrían sanitarios sin tanque de agua, lavamanos con mezclador único de agua fría y caliente, pisos alfombrados sobre base de espuma de caucho y paredes decoradas con una combinación de pintura y tapizado. Todo ello inmerso dentro del paisajismo diseñado por el artista brasilero Roberto Burle Marx, el mismo que dirigió el proyecto del Parque del Este.

Pero Carmen Lugo vive en un complejo arruinado, e insiste en que los esfuerzos que se realizan para el mantenimiento del lugar son insuficientes ante las “contradicciones de las acciones por parte de los mismos vecinos”. “Los problemas son de todo tipo, hay filtraciones e inundaciones consecuencia de remodelaciones que hacen en los apartamentos y no están autorizadas”. Advierte que son pocos los apartamentos que se encuentran en estado original, y aquellos que han hecho modificaciones que generaron daños en otros pisos han sido “reportados”, pero aún no se han tomado acciones.

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