Política

La Guajira, fortín incólume del Psuv

La lealtad de la Guajira zuliana hacia el proyecto oficialista desafía los fundamentos de la lógica. Su crisis es paupérrima y vive en estado de excepción desde septiembre, pero igual el Psuv resistió los embates del voto castigo el 6 de diciembre. Analistas remarcan que aumentan las probabilidades de una derrota de la “revolución” en la zona

Composición fotográfica: Andrea Tosta | Fotografías: Humberto Matheus
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La Guajira venezolana es una tierra de antagonismos. La cotidianidad en los derredores de la plaza y el centro de Sinamaica, municipio Mara, da fe de ello. Un viernes cualquiera puede formarse una fila de cinco o seis wayuu que aguardan frente al único cajero automático de la localidad, mientras comerciantes y clientes atestan los mercados empobrecidos para intercambiar, por sumas especulativas, productos que en la zona metropolitana escasean. Comercio informal, chácharas, normalidad. Pero bastan unos pocos minutos para que esa calma colectiva se transfigure en un pandemónium contra el estamento municipal y militar.

Cada cierto tiempo se registran episodios de desafío genuino contra el Estado. Solo en agosto y septiembre se registraron motines comunitarios contra la alcaldía de Mara y un comando de la Guardia Nacional Bolivariana en el sector La Sibucara. Los episodios, motivados por la indignación de los locales por decomisos a contrabandistas de la zona, se zanjaron con la quema de los locales oficiales y la recuperación de sus mercancías.

“Aquí a cada rato está pasando eso. La gente se amotina por algún decomiso de comida o productos y se nos viene encima. ¡Auuuu! Ahora es que ha pasao’ eso aquí. La comandancia nos la han quemado varias veces porque hemos detenidos a alguien y nos obligan a liberarlo”, cuenta Rosa, una oficial del Cuerpo de la Policía Boliviariana del Estado Zulia, dicharachera, con aires de despreocupación, como si la quema y saqueo de oficinas gubernamentales fuese un evento común y corriente.

En los municipios indígenas del estado Zulia se palpa, así, una relación de amor y odio de los habitantes hacia sus autoridades. Ellos, en su mayoría originarios de la etnia wayuu, tienden a responder a sus propias leyes antes que a las normas del sistema impuesto por el alijuna (persona extranjera blanca o que no habla el wayuunaiki).

Temas como el contrabando, la inseguridad, la falta de servicios básicos y alimentos, la suspensión de garantías –vigente por el Estado de Excepción decretado el 8 de septiembre pasado- marcan un divorcio de pensares y culturas que tiene su temporalidad. Es una ruptura de picos y bemoles que se esfuma en épocas electorales. No hay maltrato ni discrepancia sociales que afecten las tendencias. Un solo color predomina en el matrimonio político de indígenas y la República en Almirante Padilla, Mara y Guajira: el rojo de la autoproclamada revolución bolivariana. El 6 de diciembre fue otra evidencia contundente, quizá la más en los últimos tiempos.

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La Guajira zuliana no se anotó al “cambio”. El proclamado voto castigo al Gobierno nacional fue una bruma sin espesor en los centros electorales de La Sierrita, Isla de Toas o Sinamaica. Sí, el oficialismo recibió una soberana tunda en Zulia: los candidatos de la Mesa de la Unidad acumularon un millón 30 mil votos contra 620 mil papeletas del Gran Polo Patriótico. Una verdadera paliza de 60,24% contra 36,30% que no tuvo espejo en las tres entidades de la frontera.

Ese primer domingo de diciembre se constituyó en una victoria contundente de la MUD en Zulia: la plataforma opositora ganó 14 diputaciones de 16 posibles en la región. La única curul nominal que no pudo conquistar fue la que aportaba el circuito 3 de Almirante Padilla, Mara y Guajira. Allí triunfó cómodamente Sergio Fuenmayor, abanderado del Partido Socialista Unido de Venezuela, con 67 mil 563 votos. Yamelis Herrera, abanderada en la opción de “la manito”, quedó en la segunda casilla tras sumar 52 mil 405 boletas a su favor.

No hubo municipio de esa circunscripción donde no triunfara el candidato del Psuv. En Mara el socialismo obtuvo 46 mil 417 votos (53,72%) y la MUD 37 mil 489 (43,39%). En Almirante Padilla la diferencia porcentual fue más amplia: el partido rojo acumuló 3.880 votos (61,28%) ante 2.293 de la tarjeta unitaria (36,21%). Y el municipio bolivariano Guajira mantuvo el invicto oficialista, con 17.266 papeletas en su dominio (56,45%) contra las 12.623 de la candidata opositora (41,27%).

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El 6D en Guajira puede antojarse como un asombro para quien lo observe desde otros rincones del país e incluso de la región occidental, pero está lejos de ser una sorpresa a la luz de comicios pasados. Desde las regionales de 2004 los votos locales han llovido a cántaros sobre los candidatos socialistas y los abanderados del Psuv han afianzado el liderazgo del proyecto chavista elección tras elección.

Hace 11 años, Manuel Rosales no solo gobernaba toda la región, sino que derribaba vigorosamente a cuanto contrincante oficialista le enfrentara. Logró abrir un boquete en el fortín de la Guajira. En Almirante Padilla, por ejemplo, sumó tres mil 90 votos contra 2.361 de Alberto Gutiérrez, general retirado y delfín político del mismo Hugo Chávez. Incluso allí, por única vez en los últimos 13 años, esa entidad se decantó por un alcalde opositor (Helí Espina). Pero la historia no fue tal en el resto de los municipios fronterizos.

En Mara, el militar pesuvista obtuvo 21 mil 923 sufragios contra 17 mil 275 de Rosales. Fue en esa elección cuando Luis Caldera, uno de los dirigentes más influyentes del chavismo zuliano actual, aró con éxito su camino hacia la alcaldía marense, al derrotar a Salvador Spinello con una relación de 18 mil 775 votos contra 16 mil 101.

El mismo guión electoral se escribió en Guajira en esa misma elección de 2004. El municipio, conocido entonces como Páez, dio su visto bueno al aspirante del Psuv 10 mil 870 veces (53,34%), mientras Rosales obtuvo nueve mil 341 votos (45,83%). Hébert Chacón, de la tolda socialista, ganó esa alcaldía con ocho mil 446 sufragios (40,20%).

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Las elecciones de 2008 fueron un deja vu para el Partido Socialista en la frontera colombo-venezolana. En Almirante Padilla, Yldebrando Ríos se coronó con la opción oficialista en el cabildo (tres mil 878 votos, 55,49%); Caldera se reeligió con holgura en Mara (42 mil 710 opciones a favor, 60,75%) y Hébert Chacón le siguió el paso al reafirmarse en Guajira, gracias al 54,96% de los votos (16 mil 389).

Y 2013 trajo consigo un tsunami de votos hasta las orillas del Psuv en La Guajira. La tripleta de Ríos-Caldera-Chacón se reafirmó en sus respectivos cargos. Lo hicieron dando “pela” a sus adversarios. El alcalde de Padilla ganó con el 59,7% de la totalización, el de Mara hizo lo propio con 79% y en Guajira el aspirante a la reelección lo logró con 49% -su más cercano rival apenas obtuvo 22,2%, ya que la oposición se dividió con dos candidatos).

Ya 2012 había dado un asomo de esa victoria que significó la reelección de los alcaldes pesuvistas en La Guajira. Francisco Arias Cárdenas triunfó ante Pablo Pérez, aspirante opositor a la reelección, en Padilla (65,87%), Mara (69,18%) y Guajira (69,50%). Un mes antes en ese mismo año, Hugo Chávez había martillado otro clavo en el ataúd electoral que La Guajira representa para la oposición, con porcentajes que oscilaron entre el 70 y el 74% de los votos-.

El 6 de diciembre, entonces, la MUD no pudo siquiera rozar la victoria en el único bastión chavista que resistió. Ni el diputado indígena electo en el circuito occidental, el opositor y dirigente de Un Nuevo Tiempo, Virgilio Ferrer, fue profeta en su tierra. Si bien en Zulia su opción en el tarjetón sumó más del millón de votos, en la Guajira no encantó al electorado. En Mara obtuvo solo 37% de los sufragios. Igual suerte corrió en Padilla (31%) y Guajira (38%) ante la ficha del Psuv, Rusbel Palmar.

Ferrer ni se inmuta por la derrota. En su acto de proclamación prometió luchar por los derechos de una zona que le dio la espalda. “Desde la Asamblea lograremos que la Guajira sea un territorio próspero, trabajaremos por nuestros hermanos”, declaró a la prensa.

En apariencia, el 6D fue un retrato de las parlamentarias de 2010. Pero un análisis más detallado permite ver que el viento del voto castigo sí despeinó al electorado fronterizo, solo que no lo hizo con la fuerza suficiente para hacerle girar en su ideología. En aquel entonces, por ejemplo, en Mara la oposición solo obtuvo 25 mil 930 papeletas a su favor. Eso representa un incremento de 12 mil votos entre 2010 y 2015, mientras que el Psuv solo sumó tres mil en ese período.

José Enrique Molina, abogado constitucionalista y analista de tendencias electorales en Zulia, reivindica el avance de la oposición en suelo limítrofe. “Sí hubo una disminución importante de la votación del Psuv, solo que no fue suficiente como para que perdiera. La ventaja que tenían fue suficiente para resistir la pérdida de votos”.

Augura que el 6 de diciembre se aró un camino cuyos frutos se recogerán en los próximos eventos electorales. “Si no hace nada el Gobierno por mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos, obviamente en futuros eventos podría sufrir una derrota definitiva y subsecuente en la Guajira”. El experto remarcó “la dependencia intensa” de los habitantes de la frontera de las misiones y ayudas sociales del Gobierno, lo cual les haría endosarles sus apoyos a los candidatos del partido oficialista.

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Ruth Guerrero, politóloga y profesora de la Universidad Rafael Urdaneta, no solo comparte ese argumento. Cava más hondo en él. A su juicio, es primordial investigar las denuncias de múltiples votos asistidos que hubo en la zona, especialmente en Mara. “Hubo mucha presión de los órganos del Estado, de los funcionarios a nivel local”.

No desestima, sin embargo, el impacto que aún tiene Chávez como líder de un proyecto mesiánico, particularmente vital para una de las zonas más deprimidas de América del Sur. Recuerda que el culto al fallecido presidente se fundamentó en la promesa de redención de los pobres. Para ella, es sorpresivo que el voto castigo no haya sido tan determinante en la circunscripción. Cree que las diligencias de funcionarios locales amortiguaron su impacto. “Los votantes de la Guajira tienen ese liderazgo de Chávez reforzado en Luis Caldera, de quien se dice que ha hecho una buena gestión en Mara”.

La Guajira sigue creyendo en una promesa que ya cumple 17 años. Sus niños mueren de desnutrición. El contrabando, espina dorsal de su economía, sufre varapalos epilépticos del Gobierno cada tanto. Sus niveles de pobreza y analfabetismo rompen los promedios. Las interrupciones del servicio eléctrico son rutinarias. La prensa publica reportajes de que los locales venden carne de burro para comer debido a la crisis. En diciembre hubo otra denuncia del ajusticiamiento de dos jóvenes wayuu por parte de militares del Ejército. Pero esa tormenta socioeconómica se calma cada elección. Aguanta y tolera agravios. El indígena de la frontera, en su mayoría, sigue marcando sobre los ojos de un líder que ya no está.

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