Entrevista

Judith Butler: "Las desigualdades se van a intensificar"

Filósofa, profesora universitaria -entre otras cosas- de estudios de género, Judith Butler es una de las voces más respetadas en materia de filosofía política y feminismo. Hablamos con ella sobre algunas interrogantes que plantea este presente en pandemia

Butler
Cortesía Judith Butler
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Si alguna vez has escuchado que el género es performativo, la culpa es de Judith Butler. Puede que Simone de Beauvoir y Michel Foucault la hayan precedido al descubrir el género como un constructo social, como una identidad que no se restringe a la naturaleza, sino que ha sido impuesta por regímenes políticos, religiosos, económicos. Pero ha sido desde la publicación de Gender Trouble en 1990 que Butler devino autoridad en el tema, los estudios de género se consolidaron como disciplina y los debates sobre la identidad en relación al sexo entraron al mainstream.

Si eres de los que enrojece de pena o de rabia por el avance de la mal llamada “ideología de género”, la culpa también es de Butler.

Como muchos de los profesores que encabezan los departamentos de humanidades más importantes de Estados Unidos, Butler comulga con la izquierda: piensa que el individualismo no tiene sentido pues no hay cuerpo que sobreviva sin relación a otro; cree que el capitalismo promueve la desigualdad de un modo violento, y por ello profesa la no violencia a la hora de combatirlo.

Y si bien la polarización que azota al globo puede hacer pensar que la izquierda y la derecha son cada vez más irreconciliables –que si uno se identifica con una categoría, no puede ni tiene que hacer caso al contrario–, en Butler, profesora de UC Berkeley, lo que resalta es el talante crítico.

La vida no es en blanco y negro, no sigue una lógica binaria para Butler.

Al igual que otros grandes pensadores como Slavoj Žižek, Byung-Chul Han y Giorgio Agamben, Butler publicó un artículo en relación al brote de coronavirus titulado Capitalism Has its Limits, en el que explora las consecuencias más inmediatas que tendrá el virus en Estados Unidos, sobre todo a la luz de dos candidatos a la presidencia que no son muy amigos de la salud pública.

Con este contexto a la mano, conversamos con Butler sobre las dificultades que hemos tenido en Venezuela y otras más que compartiremos en el futuro cercano.

-En su último libro, The Force of Nonviolence, propone “no a superar la dependencia para alcanzar la autosuficiencia, sino aceptar la interdependencia como una condición de la igualdad”. Esto, porque “nadie nace un individuo; si una persona se vuelve un individuo con el paso del tiempo, él o ella no escapa a las condiciones fundamentales de dependencia en el curso de ese proceso”. En estos tiempos de pandemia, en que la dependencia al Estado se ha vuelto obvia y peligrosa para muchos, ¿ganará poder la idea de la autosuficiencia? ¿Qué implicaciones podría tener esto en nuestra sociedad?

-Entiendo que muchas personas prefieran no depender del Estado, especialmente si ese Estado es represivo. Pocas cosas podrían ser peores. Pero si un gobierno falla en proveer servicios de salud adecuados para toda su población, falla en una obligación fundamental. Si la gente busca la autonomía del Estado, eso no significa que escapen la interdependencia entre el uno y el otro. Ninguno de nosotros sobrevive por cuenta propia. Dependemos de los demás y de las instituciones que construimos. El punto es volver esas instituciones más democráticas y responsivas a la gente. Un regreso al individualismo es una fantasía peligrosa, una que fortalece la racionalidad del mercado que fortalece el capitalismo y sus desigualdades sociales.

-La noviolencia, fuerza que usted promueve en su último libro, ha sido tomada como estandarte del Movimiento Estudiantil de Venezuela desde 2007. Y, aunque los estudiantes han probado ser uno de los agentes sociales en quienes más confía la población venezolana, no logran cambiar la estructura del Estado ni articular a los diferentes gremios en su lucha contra el chavismo. Las fuerzas policiales y militares los ridiculizan con balas y los opositores más radicales los ridiculizan con tweets. ¿Hay alguna medida concreta relacionada con la noviolencia que recomendaría para aumentar la democracia en un país autoritario?

-No puedo reflexionar con conocimiento de causa sobre Chávez y Maduro, pero puedo hablar sobre temas más generales que puedan (o no) ser relevantes para Venezuela. Un movimiento estudiantil radical, dedicado a la democracia, tiene que distinguir entre la democracia y el capitalismo.

Cuando la “democracia liberal” se asume como el significado pleno de democracia, entonces la democracia radical pierde poder como una visión motivadora. Para alcanzar la democracia, tiene que haber una crítica activa tanto del autoritarismo como del capitalismo, pues los ideales de igualdad y libertad solo pueden lograrse cuando ambas formas de poder se superan. Esa es una lucha que continúa, que tiene que conectar movimientos estudiantiles a otras organizaciones y llamar adelante a gente de distintos oficios.

La noviolencia no es sencillamente el acto de abstenerse de cometer violencia. También es una visión de sostener vínculos sociales sobre la base de la igualdad. En este sentido, es una visión afirmativa y busca lograr el cambio sin traer más violencia al globo.

-Aunque el marxismo en la academia ha incluido el encuentro y el entendimiento del otro en su concepción de igualdad, muchos marxistas se adhieren a un pensamiento más conservador. Es el caso con el gobierno de Maduro, que por ejemplo, tiene a voceros que califican a miembros de oposición  de “maricones” y los intentan descalificar con otros epítetos homofóbicos. ¿Cómo podemos entender una izquierda que sea socialmente conservadora y a otra liberal dentro de la misma esfera? ¿Existen muchas izquierdas, o hay izquierdas falsas?

-La izquierda es un sitio de pugnas. Recuerdo que en mi primer círculo de lectura marxista en Alemania, los gays eran descritos como “decadentes” o “burgueses” y, claramente, tuve que dejar el grupo. En efecto, muchos de los nuevos movimientos sociales, movimientos antirracistas incluidos, tuvieron que apartarse de formas ortodoxas del marxismo porque eran socialmente conservadoras. Aunque Bernie Sanders haya afirmado principios feministas, algunos de sus seguidores eran antifeministas comprometidos. Así que esa lucha sigue.

No me sorprende que queden formas de la izquierda que sean socialmente conservadoras, pero nunca lograrán hacer las alianzas que requieren. No se puede luchar contra un modo de desigualdad abrazando otro.

Butler

-¿Creará la reclusión que nos ha impuesto el coronavirus restricciones a nuestra identidad? ¿O es Internet una herramienta lo suficientemente útil para construirnos y distanciarnos de tradiciones y creencias falsas sobre la naturaleza humana? ¿O, acaso, el procesamiento y la minería de datos nos han probado que el Internet no es tan liberador como aparenta?

-Creo que deberíamos tener cuidado con imaginar consecuencias totalmente utópicas o distópicas del encierro actual. Mis miedos más profundos son que las desigualdades raciales y económicas se van a intensificar como resultado del colapso económico. Tendremos que preguntarnos: ¿colapso económico para quién?

Internet puede ser un sitio de solidaridad e iniciación transnacionales, sí. Pero también permite que los insultos, los discursos de odio y la propagación del miedo de la derecha se comuniquen velozmente. Así que ni es la causa ni la solución de todos nuestros problemas. Creo que la gente puede estar conectada hoy a través de pantallas más que antes. Mi sospecha es que extrañarán la socialidad encarnada como nunca. En este instante, la libertad de reunión está negada a todos. Tal vez las protestas en las calles signifiquen algo más cuando termine el virus.

-¿Serán los logros más recientes del feminismo echados a un lado en favor de temas que se consideren más urgentes como consecuencia de la pandemia? ¿Cómo pueden las mujeres y sus aliados unirse para ayudar a los más afectados por el coronavirus sin socavar sus demandas? ¿O hemos de entender que las mujeres estarán, inevitablemente, entre las más afectadas por la crisis?

-El feminismo siempre ha tenido el poder y el vocabulario analítico para dirigirse a los temas más fundamentales. Por ejemplo, fueron la academia y el activismo feministas lo que trajo atención al “hogar” como un lugar de trabajo, pero también como un lugar de cuidado y violencia. Nos llamó a repensar las formas de individualismo que niegan las prácticas de atención a la mujer, pero también las formas más profundas en que somos interdependientes.

También dejó claro que la categoría del “trabajador” tenía que ser interseccional. ¿De qué color y de qué género es el “trabajador” y qué tipo de trabajo se reconoce o no? Noto que en mi país 90% de las enfermeras son mujeres, y que el significado de “servicios de salud” no tiene sentido sin referirse al género. La tendencia de relegar al feminismo a una posición “secundaria” o “terciaria” implica que la economía, la esfera pública y la lucha colectiva pueden ser concebidas y tomadas sin hacer referencia a las contribuciones específicas de las mujeres, de las personas trans, de los gays y las lesbianas.

Ese tipo de asunciones reproduce la misma desigualdad a la que tenemos que oponernos al decidir entre opresiones primarias y secundarias. Ese tipo de jerarquías solo y siempre dividen a la izquierda. Si nos preguntamos “quiénes” somos, quiénes están organizando a la gente cuyo movimiento es el sitio de la rabia, la inspiración y la solidaridad, entonces entendemos que el feminismo es líder de este movimiento y que nunca aceptará una posición secundaria.

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