Moda

El regreso a la naturalidad de Stéphane Rolland

Desde su taller parisino, y en una entrevista exclusiva, el diseñador revela los secretos de su inspiración y los planes para desarrollar un nuevo y elegante perfume

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Stéphane Rolland es un diseñador francés cuyo nombre identifica una de las marcas más elegantes de la haute couture. Lo suyo es de sangre, herencia. Su madre trabajó en el estudio fotográfico Parisian, de los más emblemáticos de la capital gala. Creció rodeado de fotografías, de poses, de arte, de colores transformados al blanco y negro, de volúmenes, formas y contrastes. Él mismo admite que su ojo se fue entrenando de esa manera en los elementos que luego comenzó a integrar en su propuesta propia

En 2017 cumplió su primera década la firma que fundó con su nombre, que nació cuando ya su marca era reconocida como parte del arte, al haber sido nominado a premios Molliere y formar parte de los aliados del Festival de Cannes, por su trabajo como diseñador de vestuario para cine.

Desde su atelier en París, Stéphane Rolland abre las puertas de su universo creativo.

–¿Cuáles han sido sus inspiraciones más importantes?

–Comprendí rápidamente que la arquitectura representa una de las fuentes de inspiración más grandes en mi oficio, por ejemplo a través de las creaciones de Oscar Niemeyer y más tarde de las realizadas por Zaha Hadid. Pero la música es también una gran inspiración. La ópera y las puestas en escena de Carsen, las intensas fotografías de Jeanloup Sieff y Guy Bourdin, y la búsqueda del movimiento que da toda la fuerza y el encanto al vestido. También hay otros factores de inspiración. Un artista es una esponja que absorbe todas las informaciones que le rodean.

–Varios artistas han sido aliados dentro de sus colecciones, ¿cómo se han logrado?

–Qué felicidad es poder hacer estos intercambios con los artistas, sean pintores, escultores, bordadores; y recorrer nuevos caminos. Con la ayuda de un químico, derramé oro líquido sobre mis vestidos, trabajé el ébano y la madera en los accesorios con maestros ebanistas de la Escuela de Boule en Francia, corté el satén emulando las obras de Pablo Palazuelo, esculpí el cuero con Marta Mantovani y el silicón con Tzuri Gueta. Cada colección supone para mí un pretexto para abrirme a nuevas experiencias que alimentan mi creatividad.

–Usted es un creador de belleza, ¿cuál es el ideal de la belleza femenina de nuestra era, según su criterio?

–La belleza es un tema muy vasto. No existe un ideal como tal. Cada uno se expresa y vive a su manera, las tendencias ya no son tan impactantes como en épocas anteriores. Vivimos en un mundo individualista y pre-virtual, pero un regreso a la naturalidad se acerca poco a poco; la belleza se presenta fresca y sana. En todo caso, es la que me atrae mezclada a una sofisticación dosificada, jamás fantasmagórica, como la belleza de Nieves Álvarez.

–¿Quiénes son y cómo escoge a sus «musas»?

–Nieves Álvarez es una musa, y solo tengo una. Yo no la escogí. Ella llegó a mí como una evidencia. En mi vida, muchas mujeres me han subyugado e indirectamente han influenciado mi ADN. María Félix fue una de ellas, al igual que (Greta) Garbo y (Marlene) Dietrich, Diana Vreeland, Faye Dunaway o Marella Agnelli, la morena picante o la rubia fría; amo los contrastes y las paradojas.

–Si tuviese que crear un perfume, ¿cuál sería su aroma?

–Crear un perfume es uno de mis proyectos y uno de los que más me apasiona. Crear un aroma que te transporte es una tarea difícil, una puesta al desnudo, ya que se debe indagar en lo más profundo de sí mismo para encontrar las influencias olfativas. ¡No te voy a revelar mis secretos sino cuando este perfume sea anunciado! La única revelación que puedo hacerte es que será un producto muy lujoso y excepcional que espero haga soñar a muchos.

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