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El derrumbe del Parque del Este

El Parque del Este —¿quién lo llama Miranda?— solo es una opción por los precios accesibles de sus atracciones. El mantenimiento que reciben el Planetario y la Concha Acústica está en entredicho. Además los empleados del jardín se quejan por los bajos sueldos y los pocos equipos disponibles para hacer su trabajo

Fotografías: Emily Avendaño y Comité de Amigos del Parque del Este
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Poco de Historia o Geografía se consigue en los estantes de la Biblioteca Pública Generalísimo Francisco de Miranda. Tampoco se aceptan donaciones en algunas de estas áreas. La bibliotecaria tuerce la boca y subraya: “Nada más estamos recibiendo poesía o novelas”. Muy probablemente por el ahínco manifiesto en borrar la historia patria previa a los 17 años de socialismo.

La biblioteca es amplia. El mobiliario está en buen estado y el silencio es inquebrantable. Animales, hadas, poesía y astronomía son las secciones disponibles para la lectura. Las páginas de los libros se apolillan y los lomos deshilachan. Los defectos de la sala se exhiben en las paredes. Un bote de aguas afecta las instalaciones desde hace meses; lo que ha obligado a reducir sus horarios. “Trabajamos de 9:00 am. a 12:30 pm. y de 1:30 pm. a 3:00 pm. Normalmente es hasta las 4:00 pm., pero tenemos un problema de baños”, confiesa la misma empleada, quien ya quebró su antipatía y más dicharachera reconoce deben atravesar medio parque para usar el sanitario.

El Generalísimo Francisco de Miranda es mucho más que una sabana verde. El Parque del Este ofrece distintas actividades, pero las estructuras en las que se llevan a cabo sufren el mismo descuido que el paisajismo y la vegetación. El jardín se ha convertido en un área para lo insólito. A finales de agosto se anunciaba la venta de pollo y carne en uno de sus quioscos, con el aliciente de que contaban con punto de venta. En el circuito de trote sobre arena, recuperado el año pasado, la maleza alcanza la altura de un adulto; y en el Jardín Xerofítico se secó hasta lo que no necesita agua; y las hojas de las plantas son el pizarrón para que los novios declaren su amor.

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En la parte de atrás de la biblioteca se encuentra el Infocentro. Fotos de Miranda, Bolívar y Chávez decoran las paredes. Hay varias computadoras disponibles para los usuarios; y otras tantas se encuentran apagadas. “Te regalo media hora de Internet al día, y si estás haciendo un trabajo te puedo dar hasta 45 minutos”, dice la encargada a quien acude buscando información. Para utilizarlos basta suministrar los datos de identificación y un correo electrónico.

La biblioteca y el infocentro se encuentran junto a la nueva entrada del parque. Un trío de hombres de la Milicia Bolivariana recibe a los visitantes. Su edad fácilmente supera la del jardín fundado en 1961. “Abra el bolso para visualizarlo”, ordenan a quienes quieren entrar; pero nada revisan a quienes van de salida. Para ellos nada valioso podría salir del lugar.

La Concha Acústica es un emblema del parque que se queda sola entre semana. La aprovechan nada más los trabajadores de Inparques que se tienden sobre la tarima en las horas de descanso. Los tablones de madera se hunden a cada pisada; y un par falta. Al fondo, más cerca de la sombra, aparecen los desperdicios: alguno que otro cartón de jugo y envoltorios de chucherías. También al fondo hay una escalinata. Cada nivel tiene varios enchufes, pero la mayoría cuelga de los cables. Pese a todo, los fines de semana sigue siendo una zona fiel para los que quieren quemar calorías.

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Estrellas sin brillo

Siete meses después de la fundación del Parque del Este abrió sus puertas el Planetario Humboldt, una institución adscrita al Ministerio de la Defensa. Un martes por la mañana permanece herméticamente cerrado porque las funciones se limitan a los fines de semana.

La vida útil del proyector Zeiss ronda los 30 años, pero la tierra ya ha girado 55 veces alrededor del Sol desde que fue instalado en la cúpula de 20 metros de diámetro. El aparato modelo Mark III fue diseñado en 1939. El tiempo y el uso obligan a modernizarlo. Hace tres años hubo un plan para hacerlo; “pero no se dio por falta de divisas y corrupción interna”, afirma una persona vinculada a la institución. “El documento fue presentado por la Coordinación Académica del Planetario, pero ni la Armada, ni el Ministerio de Tecnología lo aprobaron”.

El proyector reproduce fielmente el firmamento y es capaz de mostrar el cielo de los últimos 12.000 años o de los próximos 14.000 desde cualquier parte del mundo; pero cuando no tiene mantenimiento más de una estrella ha desaparecido del cielo. Una vez al año Zeiss recibía un cariñito; pero su cuidado se ha hecho intermitente al punto de que este año no se ha realizado. En 2015 se hizo porque se dañó y antes de eso pasó dos años sin que se limpiaran las lentes y placas, se revisara el engrasado de los engranajes, el motor, cableado y se cambiaran los bombillos.

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“El equipo no funciona del todo bien. Cualquier persona que asista verá una función que lo dejará maravillado, pero es por la destreza de los conferencistas. Hay un riesgo elevado de que termine de dañarse de aquí al año que viene, y es una lástima porque el planetario es la institución astronómica más grande, antigua e importante de Venezuela”. Todos los planetarios con proyectores similares al Mark III han migrado a equipos digitales.

Al trabajador le preocupa la nueva administración. “No tienen conocimiento de Astronomía. Eso influye al momento de presentar el planetario al público, en el uso del implemento y en el cuidado que el proyector recibe. Si no hay mantenimiento no hay forma de garantizar la continuidad de las proyecciones”.

El aire acondicionado también falla. La sala se sentirá fresca solamente si no está llena. La inseguridad también atenta contra las Noches de Estrellas, pues cada vez son menos las oportunidades en las que la institución puede prestar servicio nocturno para observar el firmamento. Para presenciar alguna función los niños de hasta 12 años deben pagar 100 bolívares y los adultos y jóvenes 250.

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Reptar o navegar

El Terrario es otra de los edificios ajenos al cuidado de Inparques. Serpientes, babas, lagartos, ranas, alacranes y arañas rodean un lago central en el que nadan tortugas y anidan algunos patos. Al operar a través de una concesión también implica un pago adicional de 350 bolívares, y aplican una “entrada solidaria” de 250.

Una vez que se termina el recorrido, los asistentes tienen la oportunidad de fotografiarse con una serpiente sobre los hombros. De las 60.000 personas que visitan el Parque del Este un fin de semana, unas 2.000 se detienen a observar las especies de sangre fría. “El terrario funciona bien, y su cuidado contrasta bastante con el resto del parque que se encuentra muy descuidado”, sostiene Nelly Ascanio, empleada del servicio.

El Leander es otro atractivo vedado. “Solo estamos atendiendo planes vacacionales. Si desea entrar debe venir el fin de semana y cancelar una entrada de 80 bolívares, a partir de las 9:00 am”, recita una de las guías. Hace un mes, la réplica del barco de Miranda estuvo cerrada por reparaciones externas. En el área persisten algunos trabajos, pues se están cambiando los tablones de madera del muelle.

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El buque fue inaugurado el 12 de octubre de 2011 en el Lago 9 del parque. Bajo la réplica de madera abrieron un foso, en el que de acuerdo con el plan original habría un museo. Fina Weitz, arquitecto y asidua visitante del parque, lo señala como otro de los maltratos a su paisajismo: “Hicieron el hueco, sacaron la tierra, alteraron el laguito, para nada. Es una mala réplica. Se gastó una fortuna en una estructura para nada”. Pedalear en El Laguito y revivir nostalgias del pasado todavía es posible. El alquiler de cada bote vale 200 bolívares.

Los precios del parque todavía son solidarios, aunque paradójicamente ese sea un punto a favor del descuido. Lo barato de la visita es lo que hace que madres como Deismar González sigan llevando a sus hijos a pasar un rato: “Es la manera de distraerlos más económica y sana que hay; pero está descuidadísimo. No es ni la sombra de lo que era y las atracciones para los niños están rotas”. Esos mini parques de plástico además desvirtúan la experiencia lúdica diseñada por Burle Marx a través de los laberintos de concreto.

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Reclamo tras reclamo

Los empleados del Parque del Este son otras víctimas de Inparques, que se niegan a ser señalados por las condiciones en las que se encuentra el sitio. Cuentan con ocho desmalezadoras para podar las 82 hectáreas del jardín. “Con las manos no se puede hacer todo”, señala uno de los trabajadores de mantenimiento que, además de la falta de equipos, cuestiona la falta de personal: “Se necesita más gente, pero cada vez que se piensa en hacer un ingreso los paran cuando hay un aumento de sueldo. Aquí ganamos sueldo mínimo. La última vez que aumentaron nos pagaron el sueldo nuevo una semana antes de que lo volvieran a subir”. El pago de las horas extras también se produce con retraso.

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Hace cuatro años que los trabajadores no reciben uniformes, quienes ingresan trabajan con su ropa o con las chivas que reciben de sus compañeros. “Contratan a personas que no sabemos qué están haciendo. Vienen un ratico en la mañana a hacer nada. Funcionan con mentalidad política. No entra quien deben sino quien le va a servir a sus intereses”. Faltan empleados y, por ahora, el Parque del Este tampoco cuenta con rastrillos, escobas o tan siquiera unas bolsas.

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